Servicio exterior
Se echa de menos estos días una reflexión en profundidad sobre el servicio exterior del Estado. Dos noticias que su diario ha tratado con atención elogiable (el escándalo de los sistemas de seguridad de las embajadas y el caso Puente Ojea) suscitan, por lo menos, la curiosidad de quienes desconocemos los entresijos organizativos del sistema que vertebra la representación de nuestros intereses fuera de España.Es menos llamativo el asunto de las supuestas comisiones, por lo generalizado de las supuestas corruptelas en la Administración; lo que sí demuestra es que ningún sector, por prestigioso que sea, se libra del maremágnum en que está sumida la gestión de los recursos de los ciudadanos.
La segunda cuestión es más curiosa. Hete aquí que descubro que disponemos todavía de embajador en el Vaticano. No sé cuántos emigrantes españoles trabajarán en en Vaticano, ni cuál es el signo de nuestra balanza comercial con la Santa Sede; ignoro si los guardias suizos son tropas de elite en la estructura militar de la OTAN o si Moda de España organiza desfiles en la columnata de Bernini. Se me dirá que España es, si no constitucional, sí sociológicamente católica, lo que justificaría nuestra presencia junto al Papa. Nuestros colegas de mercado también acreditan embajadores ante Su Santidad. Esto no me convence: por una parte, los hábitos de los españoles han cambiado y el número de practicantes del catolicismo debe de ser menor que el de practicantes -pongamos- del fútbol, actividad tanto o más beneficiosa que el ir a misa. Establézcase, pues, embajada ante la FIFA. Y si los demás pueden derrochar su presupuesto de acción exterior, allá ellos; pienso que, lamentablemente, España no está en esta situación.
Dejando el tono chusco, creo que cabría analizar con rigor los motivos y significado del relevo del señor embajador, don Gonzalo Puente Ojea, diplomático atípico, según Juan Arias, por su falta de amaneramiento y su eficacia. Ello nos llevaría, a lo mejor, a comprender el alcance del cambio socialista en el área de la política exterior. Pero no quiero extenderme, y ya le he robado a usted mucho tiempo. Atentamente.-
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.