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Un presidente en su sitio

Sierro / Aranda, Carretero, CarmeloToro que ayer salía inválido a Las Ventas, toro que el presidente devolvía al corral, sin mayores miramientos y sin necesidad de que se armara un escándalo en la plaza. Tres salieron inválidos, tres devolvió. El presidente de ayer, José Luis del Río, estuvo en su sitio, ejerció prudentemente su autoridad en aplicación del reglamento.Fue una actuación impecable, si se exceptúa lo mucho que tardaba en ordenar la salida de los picadores que, por otra parte, es una moda inventada por los presidentes de esta época. Ouizá algún día se percaten del daño que hacen a la lidía, pues contrarían su mismísimo orden lógico. Por lo demás, los caballos de picar salieron sin los fraudulentos manguitos, como viene sucediendo en Las Ventas desde hace unas semanas, y se nota: hay pelea en varas; los toros no se estrellan contra un muro inexpugnable, los hay que derriban.

Cinco toros de El Sierro (5º, sobrero) y 2º, sobrero de Santamaría: con trapío; dieron juego

Raúl Aranda: pinchazo hondo bajo y bajonazo descarado (silencio); dos pinchazos, otro hondo y descabello (silencio). José Antonio Carretero: bajonazo (oreja protestada); pinchazo y estocada corta (ovación y también pitos cuando saluda). Carmelo, que confirmó la alternativa: dos pinchazos hondos atravesados y bajonazo descarado (silencio); pinchazo bajo, estocada caída y descabello (palmas). Plaza de Las Ventas, 23 de agosto.

No se le puede reprochar a Del Río que concediera una oreja a Carretero, aunque la protestaron -y con razón- muchos aficionados, y esta podría ser la laguna polémica de su actuación. La primera oreja, reglamento en mano, la concede el presidente a petición mayoritaria del público. Es una de las innovaciones que los toreros consiguieron introducir en el reglamento de 1962 -aún vigente-, barriendo a su favor, y no fue la única importante. Pero así es la norma y el presidente no tuvo más remedio que conceder la oreja solicitada ayer, estuviera ó no de acuerdo, pues, efectivamente, había petición mayoritaria.

Cierto que en esa petición mayoritaria la mayoría eran turistas. A los turistas les complacieron mucho los pares de banderillas que prendió Carretero y les aterrorizó que iniciara su primera faena de rodillas, en el mísmísimo platillo. No era cosa de explicarles a los turistas, uno a uno, que Carretero banderilleó a toro pasado, que el fundamento de la faena vendría después de los rodillazos, y el estado de la cuestión taurina.

Pero los aficionados -gente que mira con lupa- observaron cómo Carretero abusaba del pico, destemplaba pases, ahogaba embestidas, mataba de bajonazo al toro de la oreja. En conjunto, estuvo por debajo de la nobleza de su lote.

Y sus compañeros, de parecida forma. Raúl Aranda, buen estilista, no se fajó con sus toros, menos aún ligó los pases, y sólo apuntó detalles de su clase en algún derechazo suelto y en un par de medias verónicas. A Carmelo le impidió reposar su toreo la aspereza del ejemplar que abrió plaza, y en cuanto le encontró la distancia al sexto, que lo había traído por la calle de la amargura en los primeros muletazos, embarcó bien tandas en redondo. Sólo que dio demasiadas y cuando se echó la muleta a la izquierda, para unos naturales testimoniales, ya se había pasado de faena.

Pudo ser mejor la corrida, pero fue corrida auténtica, que es lo que da interés, emoción y gusto. Madrid es Madrid. Madrid no es Bilbao-feria. En esto del toro no, nunca, jamás.

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