El pan
El precio de la barra de pan ha subido el mes de agosto en toda España. Más que la crisis del PSOE, más que el grupo árabe KIO, dueño de los dueños de todo, le preocupa a uno la subida del pan, porque el pan pertenece a la España profunda, como ese cuervo blanco que ha visto un ganadero de Teruel. Sube la Bolsa, pero sube también el pan, y eso no es bueno. Cuando un Gobierno sube el pan (y yo apenas como pan) es cuando verdaderamente podemos creer que ese Gobierno está en crisis, que aquí pasa algo. Si los políticos fuesen señores que anduvieran más entre los pucheros, sabrían que lo último que debe hacerse, lo que no debe hacerse nunca, es subir la barra de pan, porque el pan es la cimentación del pueblo, la argamasa de lo cotidiano, el adobe de los muros de la patria mía.Y quien dice el pan dice la catedral de Sigüenza, herida de muerte por la humedad y el mal de piedra. La muerte de las catedrales es ya un tema de Ruskin. Robles Piquer escribía hace poco que Europa son sus catedrales. Un escritor observaba una vez, ante el Doncel, que el libro es un recurso del escultor para darle vida a las manos, y que por la cabeza del mozo se ve que no está leyendo. Nada, pues, de las armas y las letras. Eso fue un sueño conjuntivo de los siglos áureos. Pero España, tanto como Europa, sí que son sus catedrales, anillos de esta vieja dama, y un Gobierno que deja morir sus catedrales y sube el pan, es un Gobierno que no lo está haciendo del todo b len. Así es como la catedral ideológica del partido empieza a erosionarse.
Resulta que sólo somos los administradores de los árabes, dueños de todo. La Reconquista no ha terminado. Es una victoria española aplazada indefinidamente, como la guerra del 36 para Octavio Paz, ganada por la democracia con 40 años de retraso. Y así, con todas las victorias pendientes y todas las guerras ganadas moralmente, es como sube el pan. Ahora preocupa en Europa el "síndrome / Stendhal", o el efecto (alucinógeno) del exceso de arte. Para evitar el síndrome / Stendhal, en una España populosa de románico y barroco, de gótico y plateresco, dejemos que vayan muriendo las catedrales herrerianas y las otras. Un pueblo que come poco pan, porque es caro, no está en condiciones de alucinarse con el síndrome / Stendhal, que le puede dar un mareo. En tanto, el Gobierno francés prepara un plan para restaurar sus más importantes catedrales. Hay que salvar la piedra, que es el otro pan de nuestro pueblo, la belleza casi masticable, histórica, milenaria, entre la cual vivimos desde siempre. Pan de piedra que nos nutre desde niños y nos hace "europeos", como ahora se dice, sin llegar a ese exceso cursi del señor Escandell, que ha dicho en una universidad de verano que "la dignidad humana constituye el núcleo de la contribución española a Europa". La dignidad humana y algunas cebollas para el MC, oiga.
"Felipe González es un hombre cargado de buenos propósitos", ha dicho Girón. Hay elogios que son calumnias inversas, y ahora es cuando seriamente empezamos a pensar en el desgaste de Felipe, quien afirma que los socialismos europeos viven en el desconcierto. Será verdad, pero eso no le autoriza a subir el pan. Luego resulta que la barra cambia de precio y peso entre Guipúzcoa y Sevilla, entre Álava y Jaén. Ya dijo De Gaulle que un país con tanta diversidad de quesos como Francia era imposible de gobernar. Pues eso nos va a pasar aquí con el pan autonómico, que es un pan como unas hostias.
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