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Un grupo 'gay' afirma que Rodolfo Valentino era bisexual

Juan Arias

En Castellaneta, provincia de Taranto en las Pullas, ciudad natal del mítico Rodolfo Valentino, el robacorazones, magistral intérprete de Los cuatro jinetes del Apocalipsis y de Sangre y arena, la rabia se toca con las manos desde que Ángelo Pezzana, presidente de Fuori, la asociacion de los homosexuales italianos, ha afirmado públicamente que Valentino era gay. Ha sido como si de repente se acusase a una ciudad entera de haber perdido su virilidad, porque Castellaneta, desde que en ella nació el genio, el latin lover adorado por Hollywood, ha vivido identificada con su mito, orgullosa de él y de los miles de turistas que llegan allí cada año, incluso de otros continentes, para "venerar al conquistador de corazones femeninos". Y para hombres y mujeres, chicos y grandes, se ha tratado siempre, sin género de dudas, de un mito macho, seductor de las mujeres más bellas del país y de más allá del océano.

A dicho mito, la bella ciudad de las Pullas ha dedicado no sólo un monumento a la entrada de la ciudad, sino numerosos bares y cines con los nombres de Valentino, Rodolfo o simplemente Rudy.

Calumnias

Giuliano Lodovico, presidente de la asociacion que cada año adjudica el Premio Valentino a los mejores talentos del Sur como actores, pintores o poetas, no sale de su asombro y de su rabia: "Calumnias", dice, "sólo sucias calumnias". Y para demostrar que el Fuori se equivoca de lleno, recuerda que no es posible que un gay hubiese podido "hacer perder la cabeza a tantas mujeres".Una de las pocas personas que conocieron personalmente a Valentino y aún vive en la ciudad, Alda Maldarizzi, de 79 años, lo recuerda con orgullo. Horrorizada ante la calumnia y santiguándose como ante una blasfemia, muestra a los periodistas un sillón de su casa donde se había sentado una tarde Valentino, y cuenta que una joven, cuando se enteró más tarde que en aquel lugar había descansado el donjuán pullés, "empezó a abrazar el sillón y besarlo histéricamente, cayendo casi en éxtasis".

Para ella, como para las otras mujeres que aún lo recuerdan, les parece absurdo que Valentino pudiera ser lo que en dicho pueblo se llama con desprecio, como retal de ancestrales tabús, un ricchione. Y añaden suspirando, mientras se defienden con abanicos del calor que azota estos días a aquella región: "Mejor verlo muerto otra vez que saber que ha sido un medio hombre". Y como para salir del mazazo que les ha supuesto el descubrimiento, las féminas del pueblo exclaman: "Y además, ¿quién podrá demostrar ahora que Valentino no era aquel hombre maravilloso con el que todas las mujeres hemos soñado siempre?". Y añaden con amargura: "Lo más vil es que le atacan cuando él no se puede ya levantar de la tumba para defender su honor". Y todo el pueblo repite como una letanía: "Calumnias, sucias calumnias".

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