Una obra sobre la descomposición orgánica sorprende a sus creadores
El colectivo plástico Los Rinos se emplea a fondo estos días, con zotal y lejía, para paliar los efecto, de su instalación Rinodigestió, ubicada desde hace un mes en la antigua fábrica Tecla Sala de Hospitalet y construida para la exposición L'Hart 87. La obra se extiende como una hiedra maligna sobre una pared del patio del viejo edificio. El conjunto está formado por una veintena de cajas de madera y cristal, semejantes a terrarios, conectadas por tubos. Los recipientes contienen distintas materias orgánicas, entre ellas una larga serie de despojo; animales, incluso animales enteros. Unos embudos en lo alto de la instalación llevan el agua de la lluvia a través de las distintas cajas.
El jugo final gotea sobre una gran piedra de sal, ya parcialmente disuelta. El hedor del conjunto es indescriptible. "Hemos abordado el metafísico tema de la putrefacción desde un punto de vista muy peculiar", dicen los creadores.
Los Rinos observan fascinados cómo ha surgido vida -cantidad de vida, aunque algo innoble, cierto- allí donde acumularen criaturas muertas o fragmentes de ellas. "Un biólogo que vino nos dijo que aquí hay ahora mucha más vida que antes", explican. Los gusanos, gruesos, blancos, pululan sobre una pasta infame y trazan pálidos itinerarios en los cristales de las cajas. Como Frankenstein, Los Rinos están sorprendidos por el proceso que sigue su creación. Como Frankenstein, intentan detenerlo.
La instalación tiene algo de obscena y transgresora. La obscenidad de mostrar la desagradable evidencia de la descomposición de la carne; pero resulta imposible permanecer cerca del montaje sin sentir unas arcadas espantosas.
Babelia
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