Tres toros en puntas
ENVIADO ESPECIALLos tres toros de más trapío de toda la feria de Valencia los únicos con trapío verdadero, los únicos en puntas, salieron ayer y pertenecían a la ganadería de Antonio Pérez, que no estaba anunciada. Cuando los veterinarios rechazaron tres de los toros de El Torreón y se supo que serían sustituídos por los apé, que venían en puntas, se cayó del cartel Ortega Cano.
El triunfalismo tiene su cancha y allá con lo que quieran inventar quienes se la prestan, pero la sospecha de que se están afeitando toros a mansalva hace tiempo que se ha convertido en certeza. Ahora saldrán taurinos con los argumentos de siempre: que si muchos toros se autoafeitan en el campo; que si no se puede hablar de afeitado hasta que la Escuela de Sanidad Veterinaria dictamine, el Ministerio del Interior sancione, los ganaderos recurran, la autoridad superior sentencie... (Y, mientras, la risa). Pero no hace falta ni tanta ciencia ni tanto trámite. Basta con asomarse a cualquier feria y ver lo que aparece por los chiqueros.
Torreón / L F
Esplá, Oliva, VeraTres toros de El Torreón, aborregados; 1º, 2º y 3º de Antonio Pérez, con trapío, difíciles. Luis Francisco Esplá: estocada corta baja (ovación y salida a los medios); media muy baja tirando la muleta y tres descabellos (ovación y salida al tercio). Emilio Oliva: tres pinchazos y media trasera tendida (silencio); bajonazo (oreja). Juan Carlos Vera: estocada (oreja); seis pinchazos y descabello (aplausos). Plaza de Valencia, 1 de agosto. Octava corrida de feria.
Si, por una carambola, de repente aparecen toros en puntas, como los apé de ayer, la evidencia del fraude se convierte en clamorosa, por simple comparación. El trapío de los apé -seriedad, cuajo, estampa, como debe ser- no tenía nada que ver con la borregada con que se ha estado haciendo la parodia de lidia y la caricatura de toreo tarde tras tarde en esta feria, y en media corrida de ayer también.
Si en la fiesta hubiera autoridad para intervenir donde importa -y no sólo para echar de la localidad a cuatro chavales que arman bulla- todas las astas de todos los toros de la feria habrían ido a examen y además se haría un seguimiento estricto de qué cosa torean en todas partes las figuras que han impuesto ese ganado y las que se caen del cartel cuando el toro en puntas va a salir. Claro que la autoridad, en la fiesta, es una entelequia, una rutinaria cita en los carteles, un logro más de la burocracia, una coartada para validar orejas, un coladero con agujeros del tamaño del ruedo por donde pasan sin llamar y a las claras percherones inútiles, petos gigantescos, manguitos, toros anovillados, toros inválidos, toros despitorrados, el bajonazo convertido en norma, lo que al taurinismo se le ocurra que, para estos menesteres, no para de discurrir.
Para otros menesteres discurre menos y los hay que parecen dotados de cerebro plano. Ningún taurino ha debido pensar que por esos agujeros como ruedos se va la fiesta misma, pues sin autenticidad no es nada, y con ella se va la clientela también. Cuando el público deserte declinarán responsabilidades y dirán (ya lo dicen, los muy listos) que la fiesta es anacrónica y no se adecua a estos tiempos modernísimos del vídeo y el ordenador. Valiente excusa. Cambios sociales profundos han experimentado la humanidad y este país -una revolución industrial, dos guerras mundiales, una guerra civil- y no pasé nada, la fiesta siguió tal cual, vivita y coleando. Sólo cuando ella misma se desnaturalizó -cordobesismo de los años 60- fue cuando entró en decadencia y sufrió la más aguda crisis de su historia.
Con los toros en puntas Esplá estuvo lidiador, brillante en banderillas, técnico en la muleta; Oliva y Juan Carlos Vera, precavidos. Con los de El Torreón, Esplá siguió en la misma línea; Oliva aprovechó la borrega para muletear quieto de pie y fragoroso de rodillas; Vera hizo una faena torerísima, gustándose en el natural, aguantando los parones, hasta sufrir dos serias volteretas, que no acusó y siguió toreando, tan valiente.
Babelia
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