Bernadó reaparece de puntillas
JOAQUÍN VIDAL, Reapareció Joaquín Bernadó en Madrid sin hacer ruido de puntillas, como queriendo pasar desapercibido. No pudo: la afición le reconoció en seguida y le dedicó una cariñosa ovación al terminar el paseíllo, a la que hubo de corresponder desde el tercio.
La afición madrileña no olvida ni lo bueno ni lo malo. Y de Joaquín Bernadó le quedaba en el recuerdo la trayectoria profesional intachable de un diestro no muy arrojado aunque sí honesto, pulcro artífice del toreo, y también matachín matarile a la hora de montar el acero y marcar el volapié.
No defraudó Bernadó en su reaparición, pues volvió a ser tal cual solía en tardes bajas. Con toros incómodos, estuvo lidiador, fácil y elegante en la brega, sin descomponerse en las faenas de muleta a pesar de las precauciones que tomó, sobre todo en el primero, de fuerte embestida. A ese toro le ensayó el redondo sin templarlo, le ensayó el natural sin confiarse, y viendo duro el panorama, decidió abreviar. Al otro lo citó de frente, en el derechazo de su especialidad, pero le pudo dar pocos pues se trataba de un aplomado toraco que admitía pocas florituras.
Pasquau / Bernadó, Cortés, Durán
Toros de Jiménez Pasquau (4º, sobrero), bien presentados, flojos. Joaquín Bernadó: tres pinchazos bajos y estocada corta baja (silencio); pinchazo bajo y estocada corta muy baja (silencio). Manolo Cortés: media ladeada y rueda de peones (vuelta); pinchazo bajo y bajonazo descarado (silencio). Curro Durán: pinchazo hondo tendido y descabello (palmas y también pitos cuando saluda); metisaca, estocada caída y descabello (palmas y pitos).Plaza de Las Ventas, 19 de julio.
El género de calidad no habría de ser para el veterano d diestro reaparecido, como parecería justo, equitativo y saludable, sino para sus compañeros de terna, que no acertaron a aprovecharlo como la tauromaquia manda y la afición de Madrid exige. El primero de Manolo Cortés y los dos de Curro Durán tuvieron una boyantía clamorosa.
Cortés corrió la mano con gusto a su primero, pero correr la mano no lo es todo en el toreo. El toreo, principalmente con toros así de buenos, requiere cargar la suerte, embarcando con la panza de la muleta, mientras Cortés la descargaba -a veces el cite lo hacia casi de espaldas.- y metía el pico con abusivo afán. Tomó nota la afición. Al quinto ni siquiera le corrió la mano y tanto le tropezaba el toro la tela que llegó a hacérsela pedazos.
Durán ligó bien un par de tandas de redondos al sexto y luego volvió a ser el mismo torero de su toro anterior y el de tantas tardes: reiterativo pegapases en la modalidad de los que embarcan con el engaño atrás y a un lado. Y embarcado el noble toro, apenas bajaba la mano, remataba pronto el pase, que instrumentaba con un sentido mecánico del toreo.
"Que me embista un toro en Madrid", sueñan los matadores. Ese sería, no cabe duda, el sueño de Joaquín Bernadó cuando deshojaba la margarita de la reaparición en los largos inviernos de su retirada. Volvió y se encontró con que los toros embestían, sí, pero a otros. Y esos otros, para mayor frustración, no los aprovechaban, como ha sucedido, tantas veces, a lo largo de sus respectivas ejecutorias. Manolo Cortés y Curro Durán cuentan ya por docenas los buenos toros que han dejado ir al desolladero con las orejas en su sitio.
Sólo una vez se puso en pie la plaza ayer y fue para ovacionar los emocionantes, valentísimos, bien reunidos pares de banderillas de Pedro Santiponce al sexto, que le esperaba peligrosamente. Picó delantero -en su sitio- Juan Castro Andarin, de la cuadrilla de Bernadó, y fue el único, pues la acorazada feroz tundía espinazos, según costumbre. La acorazada no llegó de puntillas. La acorazada pisaba fuerte y se le oían retumbar los cascos desde la mismísima andanada.
Babelia
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