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Luz y taquígrafos en Moscú

Las autoridades rompen el silencio sobre la historia de la URSS

Pilar Bonet

El enfoque de la ejecución del último zar, Nicolás II, y de su familia como un desenlace trágico al margen de los máximos dirigentes bolcheviques (incluido Lenin) y una mayor naturalidad ante la figura de León Trotski son los dos últimos jalones de la perestroika que tiene lugar actualmente en la historia soviética.Bajo la supervisión de Alexandr Yakovlev, el flamante nuevo miembro del Politburó y responsable de cuestiones de propaganda, cultura e ideología, la URSS trata hoy de sustituir con respuestas e interpretaciones propias, en ocasiones muy sutiles, el silencio reinante hasta hace poco sobre muchos de los sucesos y personas relacionados con la revolución de 1917 y el desarrollo del país.

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Mientras tanto, los archivos históricos siguen bajo estricto y severo control oficial. Las obras verdaderamente completas de muchos clásicos del marxismo no están al alcance del público, y el personaje de Lenin, en sus características y decisiones importantes, sigue estando fuera de toda posibilidad de revisión.

En un artículo publicado el pasado fin de semana en el periódico Sovietskaia Rossia, órgano del Comité Central y de la dirección de la República Federativa Socialista Soviética de Rusia, el historiador Genrij loffe daba cuenta de los últimos meses de la vida de Nicolás II.

Ioffe presentó el fusilamiento del zar, ocurrido el 16 de julio de 1918, como una decisión de orden regional, llevada a cabo por el Uralsoviet, u organismo de poder soviético en los Urales, y motivada por una suma de errores, temores y peligros.

Nicolás II, su esposa Alejandra y sus hijos, incluido el zarevitch Alexei, fueron fusilados en Ekaterinburg (hoy Sverlovsk), en los Urales, donde se encontraban bajo custodia pocos días antes de que los blancos entraran en la ciudad. Ioffe, que califica de "trágico" el suceso, afirma que los Romanoff eran, "si no la bandera, sí el símbolo de un viejo mundo y perecieron junto con él". El tono relativamente suave empleado para con el zar (notablemente más benévolo que el usado por algunos historiadores occidentales), los elementos atenuantes para los ejecutores y el intento de desmarcar al poder central soviético de los sucesos son tres de las características del artículo que llaman la atención en una lectura atenta.

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"Desgraciadamente, nuestra literatura histórica ha evitado durante mucho tiempo este tema, verdaderamente dificil y complicado", afirma Ioffe.

Una personalidad corriente

Nicolás II era "una personalidad bastante corriente", y el estereotipo de zar incapaz y sin voluntad, sometido a la de su esposa, está "básicamente roto", dice el historiador.Aunque Rusia "conoció zares de más envergadura", afirmaba Ioffe, Nicolás II "mostró no poco arte de maniobra política". El zar -sostiene- no habría tenido intención de abdicar realmente en marzo de, 1917, no se habría "apartado del poder", sino que "fue apartado por la revolución después de que se agotaran todos los medios de lucha militares y políticos a su alcance".

"Suponer que ( ... ) el zar y en general los Romanoff perdieron todo su interés en una resurrección política no es cierto", dice loffe. El especialista niega que el poder soviético estuviera "desde el principio" contra el zar y afirma que la decisión de llevarle a juicio adoptada en enero de 1918 se mantenía durante el último confinamiento de la familia real en Ekaterinburg.

Lenin veía, según las tesis expuestas en el artículo, más peligro para la revolución en las tendencias burguesas que en las monárquicas.

La intervención extranjera y el acoso de los ejércitos blancos durante la guerra civil habría decidido en última instancia la suerte de los Romanoff. La izquierda social revolucionaria, los anarquistas y los comunistas de izquierda con talante ultrarrevolucionario, precisamente aquellos grupos que Lenin suprimiría para consolidar su poder, habrían ejercido una cierta influencia sobre las autoridades del Uralsoviet. Esta institución decidió "por su cuenta y riesgo" fusilar al zar y a todos los Romanoff "sólo después de que fuera totalmente evidente que Ekaterinburg iba a caer en manos de los blancos".

No se decidió, por lo visto, a decir "toda la dura verdad enseguida", y así, en el telegrama cursado a Lenin y a Yakov Sverlovsk, que se hallaban en Moscú, los funcionarios habían dicho que la familia del zar había sido "evacuada a un lugar seguro".

Por otra parte, la campaña antiestalinista en marcha proyecta una nueva luz sobre León Trotski. El organizador del Ejército Rojo y partidario de la revolución permanente, comienza a ser tratado de una forma menos apasionada en la Prensa soviética que guardaba hasta hace poco un total silencio sobre él. Se habla incluso de una campaña de rehabilitación de Trostki, aunque Nicolai Bujarin, el padre de la NEP (la nueva política económica de los años veinte), parece tener prioridad.

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Sobre la firma

Pilar Bonet
Es periodista y analista. Durante 34 años fue corresponsal de EL PAÍS en la URSS, Rusia y espacio postsoviético.

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