Morir de un picazo
Que nuestro sistema de atención sanitaria funciona mal es un hecho que todo el mundo parece aceptar. Pero esta afirmación así hecha, un tanto vaga y abstracta, cobra todo su triste valor al confirmarla con hechos como el que relato.Mi padre, mientras trabajaba en un andamio, recibió un picazo de insecto en el brazo derecho. Se le inflamó mucho. Esto fue un miércoles. El jueves y viernes es atendido por el médico del pueblo. El sábado, como el brazo seguía igual, acudimos a urgencias del hospital de la Seguridad Social de Logroño. Se le atiende y se nos envía a casa. El domingo volvemos a urgencias; se le inyecta algo y a casa. Ese mismo domingo, a las tres de la madrugada, a urgencias de nuevo. Lo que se hace con mi padre es darle unos calmantes y dejarlo allí (debido a nuestra insistencia) hasta el lunes, a las diez, que vamos a visitar al dermatólogo. Sin problemas aparentes. A casa.
El martes, con el brazo ya muchísimo peor, a urgencias de nuevo. Se le atiende. A las dos se le sube a una habitación. Esa misma tarde empeora radicalmente. Hacia la medianoche se le amputa el brazo inútilmente (a pesar de que los médicos nos quisieran hacer creer otra cosa; hay que cubrir el expediente). Al día siguiente fallece debido a una infección generalizada.
Mi indignación no lo es tanto ante la muerte como ante la negligencia, el desinterés, la falta de humanidad en la atención recibida ("en seis años no he tenido que internar a nadie por un picazo"), y lo peor de todo es que casos similares a éste ocurren y seguirán ocurriendo. Nuestra sanidad es así.
El recibir una atención adecuada no es la norma, sino una excepción que confirma el lamentable estado de nuestro sistema sanitario, y que los ciudadanos de a pie somos los que cargamos, de este modo, con la falta de interés, la deshumanización, los conflictos laborales, las negligencias del sistema y de los que en él son responsables.
Morir de un picazo de avispaen el año 2000 es así de fácil en la Seguridad Social.-
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