En barullo
José Luis Lozano, un joven cineasta granadino, ha querido embutir demasiadas cosas, y no todas bien decantadas, en este su primer largometraje. De ahí que le haya salido embarullado, confuso, sin que el estrecho cómo haya digerido tanto y tan disperso qué.La película funciona sólo a pedazos. Hay imágenes poderosas -una simple llave, entra en una cerradura y allí se produce cine-; hay secuencias concebidas y planificadas no eludiendo la línea de mayor resistencia -la pandilla inicial brujulea en un bar, alrededor de un noctámbulo desconocido, y vuelve a producirse cine-; hay gestos de gran expresividad -Amparo Muñoz llora silenciosamente y traslada sus movimientos contenidos a una marioneta que tiene en las manos, lo que vuelve a ser cine genuino-, pero la especie de bajada a los infiernos que pretende en su conjunto ser el filme -es decir, su continuidad como relato- no existe por ningún lado.
En penumbra
Dirección: José Luis Lozano. Guión: Luis Ariño y José Luis Lozano. Música: Fernando Civil. Fotografía: Tote Trenas. Española, 1986. Intérpretes: Amparo Muñoz, Miguel Bosé, Tony Cantó, Lola Herrera, Antonio Garisa, Miguel Molina, Emina Suárez, Emilio Laín. Estreno en Madrid: cines Renoir.
Se produce un desajuste entre la pretensión de contar una historia enigmática y la falta de enigma en la manera de hacerlo. A los 20 minutos de proyección -lo que en cine es una eternidad- el espectador no sabe todavía de qué se le está hablando, en qué laberinto se le está embarcando, y, por consiguiente, no encuentra dentro de sí mismo qué punto de mira debe adoptar para relacionarse con la pantalla. Una cosa es el enigma y otra la confusión; una el misterio y otra el embarullamiento. Por ejemplo, cuando, a mitad de metraje, el protagonista pide ayuda a otro personaje "para que le ayude a encontrar una solución", uno se interroga mortalmente: "Solución ¿a qué?".
Hay en el filme ese exceso de afán de busca que llamamos rebuscamiento. Hay también exceso de afán de singularizar cada secuencia, que quiere a toda costa ser original y esto le arrastra a una forma traidora de rutina. Hay desorden, indigestión de cinefilia y sobrecarga de medias cosas que decir sin formas enteras para decirlas. Pero hay también, a ráfagas, la presencia de un cineasta.
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