Vasectomía
Era una mujer dulce y fértil. En seis años de matrimonio le había dado cinco hijos, a los cuales este director comercial adoraba. Solía hacer largos viajes por razones de trabajo, pero cada fin de semana, de regreso al hogar, siempre encontraba a la esposa abierta al amor, y entonces él cumplía con el reglamento cristiano como un honrado padre de familia. Cubría a su señora en sábado sin píldoras ni preservativos, ambos iban a misa bien acicalados, luego compraban pasteles y en la tarde de domingo el hombre se ponía a gatas sobre la alfombra y jugaba con los niños mientras ella contemplaba la escena desde el sofá, en bata, bordando un almohadón. ¿Acaso existe otra imagen de la felicidad? Aquella mujer parecía una coneja bíblica, puesto que estaba de nuevo embarazada; y aunque él había deseado tener mucha descendencia no era exactamente Abraham, sino un simple director comercial con ingresos muy medidos, de modo que pensó en secreto tomar algunas medidas para frenar aquel útero tan absorbente. Ella se negaba a usar métodos anticonceptivos en nombre del Papa-rey.Durante uno de sus largos viajes al extranjero, habiendo dejando en casa a la dulce pareja rodeada de criaturas, el hombre consultó con un médico especialista en el ramo de espermatozoides. Quería hacerse una vasectomía. No había ningún problema, pero antes tuvo que someterse a ciertos análisis y éstos dieron un resultado absolutamente cruel. Se negó a aceptarlo. Para salir del asombro realizó nuevas pruebas científicas en distintos laboratorios y todos coincidieron en el diagnóstico. La operación quirúrgica no tenía objeto ya que este director comercial era estéril y siempre lo había sido. Cuando el hombre regresó al hogar fue recibido por un tropel de niños y vio a su dulce mujer embarazada que le esperaba en bata bordando un almohadón en el sofá. La miró sin hablar duramente a los ojos y descubrió en el fondo de ellos idéntica ternura. Ella se levantó con una mano en los riñones y le preparó otra amorosa tortilla.
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