_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Leer en España

Como se sabe, Larra dijo que escribir en Madrid (luego se hizo extensivo a toda España) era llorar. Pues bien, en contrario, leer en España parece ser una fiesta -como el París de los veirite lo fue para Hemingway. El Retiro parecía corroborarlo con sus ristras de casetas de libros tan pegadas entre sí que era como si estuvieran copulando sin solución de continuidad. Una descocada copulación de más de 400 cónyuges.

Al menos eso pensaba, o sentía, o experimentaba, mientras desde la cafetería al aire libre donde estaba sentado miraba las casetas que se alineaban del otro lado de la calle y a la gente que viajaba entre ellas deteniéndose en ésta o en aquélla como insectos atraídos por un sutil tufillo a tinta de imprenta. Y realmente todo aquello tenía aire de feria, que es decir de fiesta. Quizá porque había una conspiración general para ello: la tarde que era mansa, la atmósfera fresca, el lugar grato, la concurrencia al reclamo de los libros aunque nutrida no sofocante. El caso es que a mi compañera o a mí se nos escapó Jugando que si de algún modo podía figurarse la felicidad era como un libro, que estaba contenida entre dos tapas. Supongo que a mí, porque ella era una profesora española de literatura española en una universidad norteamericana, cartesiana (ella, no la universidad) y de un rigor crítico infranqueable.Repito que a mí debió ocurrírseme, porque además de tratarse de una imagen de dudoso gusto, era yo el que tenía una apetencia de libros afilada en la larga dieta cubana. Venía de un país donde, pese a todo lo que se diga, la opción a libros de calidad y a la variedad de ellos es magra. Recuerdo el pasmo con que al principio de mi estancia en Madrid contemplaba las vidrieras de las librerías y las mesas hartas de obras cuyos autores sólo conocía de nombre o que sencillamente no conocía. De nuevo aquel asombro se repetía multiplicado.

Se menciona que en España no se lee, que un elevado número de su población jamás abre un libro, ni siquiera un periódico. Supongo que debe ser cierto, pues está en las estadísticas, y las estadísticas no deben mentir. Sin embargo, cuando voy en el metro y miro a mi alrededor veo a muchas personas leyendo, sobre todo jóvenes, y leyendo libros. La proporción de los que viajan leyendo diarios o revistas es mayor. Claro, que estoy en Madrid, y en la capital de un país la abundancia es mayor en todo orden de cosas. Es posible que no ocurra así en Ávila o en Ribadeo. Pero me asalta una pregunta: ¿y los cerca de 40.000 títulos que se publican al año, bajo qué ojos van a parar? Bajo los del extranjero, se me podría responder; van a parar al potencial mercado de 300 millones de habitantes que tiene Latinoamérica, a los 25 millones de hispanohablantes que viven en Estados Unidos. Es probable. Desconozco las cifras de exportación de libros de España, aunque sé que son altas. Pero, aun así, la cantidad de volúmenes que se quedan en la Península no debe ser menguada. De algún modo el mercado interior debe absorber buena parte de la producción de libros españoles.

Si tras la guerra civil Argentina y México especialmente se hicieron del cetro editorial que hasta antes de la contienda ostentaba España -y gracias justamente a la. emigración de casas editoriales y de personal cualificado que la diáspora española regó por tierras de América, es incuestionable que a estas alturas España ha recuperado su sitial. A,partir de los años sesenta y con editoras como Seix Barra¡ (para nosotros, los latinoamericanos, este nombre, y señaladamente el de uno de sus fundadores, Carlos Barral, tiene un acento mítico), Alianza, Plaza y Janés, lenta pero firmemente ha ido imponiéndose en el mundo de expresión escrita en castellano, y creo que no hay la menor duda de que en la actualidad ocupa el primer lugar.

España existe en el orbe editorial universal, no es un espejismo. Quizá comparadas con las de Estados Unidos, Alemania Occidental, Francia, Reino Unido, incluso Italia, sus cifras de impresión de libros sean más bien modestas. Pero para nosotros, lectores hispanovidentes, esas cifras son satisfactorias. Pienso que, cuando menos en el terreno de la literatura, no hay obra valiosa escrita en no importa qué lugar que más temprano que tarde no tenga su equivalencia en versión espaflola. De ahí que yo siga mirando con el mismo placer inicial los escaparates de las librerías o sumergiendo mis manos entre los tomos que, como el más tentador manjar, ofrendan las mesas bien servidas.

Creo no haberme equivocado cuando en la terraza de la cafetería del Retiro, teniendo frente a mí la línea de celdas iluminadas de libros, imaginé que leer en España era una fiesta, una feria perpetua, y que para algunos la felicidad puede caber entre las dos tapas de un libro, aunque la imagen no es buena; lo siento, pero no hay otra.

Babelia

Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
Recíbelo

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_