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Gente de las montañas

Los funcionarios del Gobierno turco aseguran que su forma de solucionar "el así llamado problema kurdo" es multiplicando las inversiones para poner en pie una infraestructura que facilite el desarrollo de "las provincias del Este".Pero cuando se recorren las provincias de Diyarbakir, Siirt, Mardin y Hakkari, todavía bajo la ley marcial, este "enorme esfuerzo" de la Administración central es poco visible, aunque la luz, el agua y el teléfono hayan llegado ya a muchos pueblos de la región.

Se trata de unas tierras, sobre todo en las proximidades de la frontera iraquí, castigadas por una orografía inclemente, donde cumbres de más de 3.000 metros de altura no dejan más oportunidad a la agricultura que los bordes de los ríos, que se abren paso difícilmente por desfiladeros cortados a pico, o los valles, que, muy de tarde en tarde, se abren como un milagro de verdor.

Se explica que se utilice para denominar a los kurdos el eufemismo de pueblos de las montañas, ya que la montaña forma parte de su razón de ser, de su idiosincrasia, de su forma de vida e incluso de la lucha de su minoría separatista. Sólo las cabras se mueven a su aire por esta región. Y, con ellas, los clanes familiares de pastores, que con el buen tiempo acuden a las tierras altas en busca de pastos.

Moderados, radicales

El padre Tigris acoge poblados de docenas de personas con trajes tradicionales plenos de colorido y miles de ovejas y cabras, pero que también cada día convierten su hogar provisional en algo con cierta vocación de definitivo. Hierve el agua para el té, siempre a punto para ofrecer al visitante; la ropa está tendida como en un patio de vecinos, y las jaimas albergan multitud de enseres y objetos decorativos.Estos hombres y mujeres que hablan kurdo, aunque la mayoría no sepa leerlo ni escribirlo, están más preocupados por el camino que siguen las nubes que por cosas tan etéreas como su identidad cultural; pero, indudablemente, son unas gentes diferentes de las que se encuentran en otras regiones de Turquía.

En la Turquía moderna han visto negada su personalidad como pueblo y el aprendizaje de su lengua; pero sus minorías más combativas e intelectualizadas, surgidas de las universidades, las fábricas y los barrios de chabolas del oeste del país, de Estambul, Ankara y Esmirna, han emprendido una lucha cuya forma más radical se identifica con el Partido de los Trabajadores de Kurdistán (PKK), autor de la oleada de violencia que desde hace tres años ha causado más de 700 muertos, entre miembros de las fuerzas de seguridad, civiles y guerrilleros.

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