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Dos atropellados denuncian el trato del hospital Clínico de Madrid

Los servicios jurídicos de la Unión de Consumidores de España (UCE) están tramitando la denuncia presentada por Tomás García Perdiguero, de 36 años, y Paloma Gasca, de 30, por falta de asistencia en el hospital Clinico de Madrid, tras ser atropellados por un vehículo. Tomás García, jefe del servicio de relaciones informativas del Instituto Municipal de Deportes, con fracturas en una pierna al igual que su acompañante, hace constar en su denuncia que recibieron un trato inhumano, no se detectaron todas las lesiones que sufrían y se vieron obligados a abandonar el hospital tan sólo con una escayola de urgencia, sin administrarles ningún calmante para los dolores. Ante su resistencia a abandonar el centro, el médico de guardia les comunicó que "no se encontraban en un hotel".A las dos horas de llegar a su domicilio, Paloma Gasca tuvo que ser trasladada por su hermana a una clínica privada, donde se le apreció lesiones en las vertebras cervicales, permaneciendo ingresada hasta la mañana del pasado miércoles.

Los dos jóvenes se encontraban en el cruce de las calles de Ríos Rosas y Bravo Murillo cuando fueron atropellados, a las 12.30 del día 27. "El choque fue de una gran violencia, según los testigos presenciales, y dimos varias vueltas sobre la acera", dice Tomás García; "yo sufrí fractura en el cuello del peroné de la pierna izquierda, y Paloma quedó bastante peor que yo. Tiene doble fractura de tibia y peroné, con varios astillamientos en la tibia, luxación en las vértebras cervicales y múltiples magulladuras. La pierna fracturada la tiene, además, quemada y llena de ampollas por el roce con el asfalto".

Lo que ocurrió tras el accidente lo califica Tomás como dos vivencias claramente diferenciadas y clarificadoras. "La Policía Nacional nos trasladó hasta el hospital Clínico con un gran cuidado, calmándonos y tranquilizándonos todo lo que podían. Me sorprendió comprobrar que la policía sirve a los ciudadanos, justo lo contrario que los médicos. Lo que pasó en el hospital es indescriptible, entras en urgencias, tal como íbamas, y te que das en una camilla sin que nadie se acerce, sólo oíamos cosas como '¿qué tal va la asamblea de arriba?'. Cuando, por fin, se acercan y te ponen el suero sin ningún tipo de diálogo".

"Llamé para decir que tenía mucho frío, y me contestaron bruscamente, 'pues no hay mantas'. Me pasé media hora con temblores tan bruscos que me salía de la camilla", continúa Tomás, "y como nadie te dice que eso es frecuente cuando has sufrido un traumatismo estaba muy asustado. Después de hora y media nos hicieron unas radiografías, se nos puso una escayola provisional y nos volvieron a sacar afuera". Un rato después de ser escayolados llegó una enfermera y les comunicó que se vistieran porque debían irse a su casa. "Yo me encontraba muy mareado", recuerda Tomás, "y pedí que llamaran a un amigo rmo, porque me sentía indefenso frente a una gentuza que nos estaba maltratando. Cuando llegó ese amigo, el médico se negó a hablar con él hasta que le dije que no tenía ética ni deontología profesional. Su reacción fue décirle a mi amigo, que aquello no era un hotel".

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