Una huelga seguida por cristianos, y musulmanes paraliza Beirut en protesta por el asesinato de Karame
Libano volvió a ser ayer un país paralizado por el dolor y el miedo, aislado del mundo como un gigantesco campo de refugiados. En ambos sectores de Beirut, tiendas, cafés, restaurantes, bancos y escuelas cerraron a cal y canto sus puertas. Hasta el aeropuerto de la capital libanesa se sumó a la huelga general seguida por cristianos y musulmanes como protesta por el asesinato, el pasado lunes, del primer ministro, el musulmán suní Rachid Karame. Los correligionarios de la víctima atribuyen el atentado a cristianos, y éstos, a integristas islámicos.
Líbano, un país sin futuro, acaba de perder también uno de los últimos restos de su pasado en la figura de Karame, un caballero de buena familia, un estadista partidario de un Líbano unificado, integrado en el mundo árabe 3, tutelado por Siria.El papa Juan Pablo II; el seeretario general de la Liga Árabe, Chadli Klibi; el Consejo de Ministros de la URSS; y el Gobier no de Irán, entre otros, han hecho públicas sus condolencias por la desaparición de Karame E71 primer ministro israelí, Isaac Shamir, negó las acusaciones de responsabilidad en el atentado formuladas por Siria.
Toda suerte de especulaciones circularon ayer respecto al modo en que fue asesinado Karame y la identidad de los auto res del espectacular atentado. Se discutía si la carga explosiva había sido situada en el asiento del helicóptero o en su maletín personal. La carga, de pocos kilos, mató al effendi -al señor, como era llamado- pero no destruyó el aparato, que, envuelto en la mas, pudo aterrizar.
Más seria es la polémica acerca del lugar de donde partió el explosivo. El helicóptero Puma había salido de una base situada cerca del puerto de Yunié, en pleno cantón cristiano, y fue a recoger al primer ministro a Trípoli, ciudad en la que pasaba los fines de semana.
Los partidarios de la tesis de que los asesinos de Karame son extremistas cristianos -los kataeb o falangistas- afirman que el citado explosivo viajaba ya en el helicóptero cuando el aparato dejó Yunié.
El jefe de las fuerzas aéreas regulares libanesas, integradas por unos cuantos viejos helicópteros y aviones, es el general Fahim al Haya. Según ha declarado, el Puma y su tripulación fueron escogidos sólo 10 minutos antes de partir hacia Trípoli. El aparato, dice el general, que completamente revisado, por lo que en su opinión, el explosivo debía proceder de Trípoli. El ministro del Interior, Abdalá Racy, que viajaba con Karame y fue ligera mente herido, es de esta última opinión.
La emisora La Voz de la Resistencia Libanesa, próxima al movimiento shií Amal (Esperanza), incluso llegó a acusar directamente al general Ibrahim Tanus, ex jefe del Ejército, que habría obrado por cuenta de la milicia cristiana Fuerzas Libanesas. La destitución de Tanus al frente del Ejército fue una de las condiciones impuestas en 1984 por Karame para formar Gobierno.
Del lado cristiano proceden las informaciones que aseguran que la muerte viajaba en el maletín de Karame, y es, por tanto, en Ttípoli, ciudad de mayoría musulmana y bajo control sirio, donde se fraguó el atentado.
Los cristianos acusan a integristas islámicos, deseosos de vengar en Karame la represión desencadenada contra ellos por los soldados de Damasco. Una de las reivindicaciones del atentado confirma esta tesis. La hasta ahora desconocida Organización de la Venganza de los Mártires Islámicos ha difundido en Beirut y París comunicados en que se atribuye la acción, y afirma que se trata de una represalia por la complacencia de Rachid Karame ante la represión siria del integrismo de la ciudad de Trípoli.
Pero este grupo no ha sido el único que se ha atribuido el dramático suceso. Un no menos ignoto Ejército Secreto de Líbano también asegura ser el responsable de la acción, y amenaza al presidente cristiano, Amín Gemayel, por su poca firmeza en defender la patria libanesa frente a la ocupación siria. En ambos casos, Damasco es el objetivo último de los asesinos.
Será enterrado en Trípoli
Rachid Karame será enterrado hoy en Trípoli, la capital de su región natal. Sólo la presencia de tropas sirias impide el desbordamiento popular en esa ciudad septentrional de Líbano. Para la mayoría de los habitantes de Trípoli, los falangistas cristianos y su dirigente, Samir Geagea, son los culpables de la muerte de Karame.
El estupor es profundo en todo Líbano, porque Karame, que no tenía milicia propia, no había suscitado verdaderas enemistades a muerte. El presidente Amín Gemayel ha ordenado una semana de duelo nacional y los partidos, milicias y sindicatos, 48 horas de huelga general.
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