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Reportaje:

Andalucía, capital Madrid

"Esto no hay quien lo frene. Todos los días se abren garitos con pescaíto frito y sevillanas, y lo que están consiguiendo es que la gente se crea que el andaluz se pasa el día bailando", reflexiona Juan Palma, sevillano que lleva 10 años haciendo el programa de radio La Hora de Andalucía. "La presencia de nuestra tierra en Madrid hay que verla de otra forma. No olvidemos que nuestros dos premios Nobel, Vicente Aleixandre y Juan Ramón Jiménez, vivieron aquí". Redundando en sus críticas, afirma que ninguna sala rociera está regentada por sevillanos, "pues tienen más respeto por su cultura y sus ferias. Trasladarlas es prostituirlas".Sin embargo, los organizadores de la Feria de Abril, que comenzó modestamente el año pasado en el barrio del Pilar y que este año reunió a más de veinte casetas en tomo a la Plaza de Las Ventas, explicaron que lo que pretenden es que los andaluces que viven en Madrid y no pueden ir hasta Sevilla puedan disfrutar la feria.

Parálisis emigratoria

Según datos del Instituto Municipal de Estadística, el número de andaluces de nacimiento domiciliados en la capital asciende a 206.000. El hecho de que hace cuatro años fueran 17.000 más prueba que la emigración se ha paralizado. De ellos, más de la mitad proceden de Jaén y Córdoba. Por el contrario, sólo un 8% son de Almería y Huelva, provincias que escogen mayoritariamente Cataluña como destino.El éxodo se produjo, sobre todo, en los años sesenta, época en que se llenaron de gente del mismo pueblo bloques enteros de viviendas en barrios del sur como Orcasitas, Vallecas y Carabanchel. En la década siguiente se produjo la segunda fase de este proceso de emigración. Ante la carestía de los pisos en Madrid, poblaciones como Leganés, Móstoles, Fuenlabrada y Getafe crecieron con gran cantidad de andaluces.

Varios centenares de restaurantes ofrecen en la región sabores que van más allá del tradicional gazpacho, y unas doscientas academias enseñan, mejor o peor, la técnica de las sevillanas Si sumamos las casas regionales, provinciales y locales, las hermandades religiosas y las peñas flamencas obtenemos alrededor de ochenta asociaciones.

"Lo malo es que cada uno quiere ir por su lado, y así se dispersan las fuerzas", dice Vicente García Gutiérrez, gaditano, presidente de la Casa de Andalucía. Apoya sus argumentos explicando que de los 1.200 socios que tiene el centro, sólo 100 suelen pagar sus cuotas.

Si salimos de la capital, Extremadura y Andalucía son prácticamente las únicas regiones que cuentan con una entidad que las represente y que agrupe a sus naturales. En ese plano, caso curioso es el de Sevilla la Nueva, pueblo de 700 habitantes situado al suroeste de la provincia, que firmó hace unas semanas un protocolo de hermanamiento con la Sevilla de Andalucía y que pretende, entre otros proyectos, celebrar una feria anual agroalimentaria de productos del sur.

Las urbanizaciones que se sitúan a su alrededor han sido bautizadas con nombres como Los Cortijos y La Giralda. El paralelismo de denominaciones parece que comenzó en siglos pasados, cuando estos terrenos eran la finca de un noble andaluz.

El individualismo hace que sólo la celebración del 28 de febrero, día de la Autonomía, reúna en actos co untos a todos los andaluces. La celebración de las ferias de Abril y del Rocío corre a cargo de pequeños grupos de amigos, que en el caso de los organizadores del Rocío no son siquiera del sur.

No es novedad la presencia de tablaos flamencos en Madrid y de niñas vestidas con lunares y volantes en las verbenas castizas, pero sí que, entre el aluvión de pasión andalucista, haya una farmacia en el barrio de Salamanca que cuelga farolillos de colores entre los tarros de botica.

"Yo creo que todo esto es consecuencia del continuo reclamo de la Expo-92", opina Manuel Delgado Pereira, pintor y poeta sevillano, miembro de la directiva del Instituto de Cultura Andaluza. Cree que lo que se está conociendo de la cultura andaluza "no es lo esencial, sino la evasión", las sevillanas.

Un filón

Distingue entre ese boom y la auténtica cultura, que él piensa que está en los poetas y en la sensibilidad nacida del suftimiento. "Es triste", dice, "que no haya dinero en las instituciones para una exposición de esculturas, retrato de veinte poetas andaluces, que hay ahora en Madrid, y sí para desfiles de caballos y bailes"."Las sevillanas son la expresión de algo que está en el subconsciente de la clase burguesa, la reafirmación del yo frente a la colectividad, de ahí su éxito", dice Delgado Pereira. Razones psíquicas aparte, lo cierto es que la inspiración andaluza, superficial o no, ha sido un filón de amplias ganancias. Según Vicente García, "se enseñan sevillanas en Madrid en más de 200 sitios, pero las academias oficiales con profesores titulados no llegan a 20. No es sólo que esté ganando dinero gente a la que no le corresponde, sino que están desvirtuando nuestra cultura".

Delgado Pereira termina sus argumentos con una premonición: "Lo mismo que la coca-cola terminó con la zarzaparrilla, se corre el peligro de que las sevillanas, y sobre todo mal enseñadas, terminen con la cultura andaluza".

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