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Tribuna:LA IGLESIA CATÓLICA HOY
Tribuna
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Europa y la 'teología de la liberación'

Europa ha dicho ya bastante sobre la teología de la liberación. Especialmente a través del magisterio romano y también de los teólogos. Lo más interesante de lo dicho es el reconocimiento de que en la teología de la liberación apunta un movimiento de enormes consecuencias, comparado en su profundidad por algunos a lo que pudo suponer la reforma protestante en Europa.También intelectuales y políticos han formulado sus juicios, unos para descalificarla, sea por poca altura científica, por su ingenuo uso del marxismo o por su peligrosidad social y política, mientras otros, para ponderarla por su poder creativo y renovador, por su compromiso social con los más pobres o por su interpretación vigorosa a los países ricos del primer mundo.

A la teología de la liberación le interesa mucho saber lo que de ella piensa Europa tanto para hacer mejor su tarea teológica como para realizar mejor su empeño de liberación. Toda crítica sana, en este sentido, puede ser muy útil en esa dificilísima doble tarea que se ha impuesto a sí misma la teología de la liberación, entendida ésta como un movimiento de hombres teóricos y prácticos, de comunidades de base y de teólogos orgánicos. Pero también a la teología de la liberación le interesa decir su palabra a Europa como parte del centro dominante desde la periferia dominada, y esto tanto en lo económico como en lo político y en lo cultural.

La teología de la liberación es originalmente un producto latinoamericano, no obstante los préstamos que haya podido hacer a otros movimientos culturales y religiosos. Es un producto latinoamericano tercermundista, adjetivo que en España se utiliza peyorativamente -suelen leerse crónicas futbolísticas que hablan de juego tercermundista sin percatarse de que el fútbol técnica y tácticamente más afinado y hasta cierto punto superior es el de países del Tercer Mundo.

Pero la teología de la liberación utiliza el término tercermundista con orgullo, porque es desde planteamientos tercermundistas de donde espera la riqueza mayor de libertad, de humanidad y de salvación. Esto, naturalmente, es objetado por muchos que piensan que sólo desde la riqueza, la sabiduría alambicada, la tecnología de punta, etcétera, se puede trabajar por la plenitud y la felicidad del hombre.

Sin embargo, es dificil de objetar que el primer mundo sólo puede saber cabalmente de sí, si es que se ve a sí mismo en el espejo del Tercer Mundo. Incluso, aunque no se aceptara que hay un Tercer Mundo porque hay un primer mundo, que hay pueblos ricos porque hay pueblos pobres, el Tercer Mundo serviría de espejo insustituible para que Europa conozca su propio rostro. ¿De qué humanidad puede hablar Europa en términos cuantitativos y cualitativos si no tiene en cuenta la. cualidad de vida y de humanidad que se da en el Tercer Mundo, donde habita la mayor parte del género humano?

Pero es que, además, el primer mundo ha tenido y sigue teniendo efectos muy reales sobre lo que ha sido y es el Tercer Mundo. Toda América estuvo bajo el poder europeo, y América Latina en especial bajo el poder español y portugués. Toda Africa y gran parte de Asia también lo estuvo.

En el momento actual sigue el influjo y la injerencia directos e indirectos. Esto hace que la verdad y la realidad de una acción cualquiera que se ejecute en Europa, para no hablar de su moralidad, no reconoce hasta que se persigan todos sus efectos hasta el límite último en que éstos se den. Para saber, por ejemplo, qué supone verdadera y realmente una subida de salarios en Europa, propiciada por la clase obrera o una baja de los precios de las materias propiciada por el capital, hay que perseguir los efectos de esas medidas hasta ver cómo inciden en el comprador latinoamericano y en general tercermundista, y, sobre todo, en el trabajador en ejercicio o en paro de los países subdesarrollados; lo que puede estimarse como un triunfo liberador, si se atiende tan sólo a los límites fronterizos de Europa, sé convierte en una medida opresora o empobrecedora si se atiende a los efectos últimos y totales de esa acción emprendida.

Europa

La teología de la liberación, desde un lenguaje religioso-simbólico, tiene mucho que decir y mucho dice a Europa sobre lo que ella es y sobre lo que ella hace.

La teología de la liberación, por otra parte, puede ser un momento de lo que debiera ser un coproanálisis histórico, muy útil para España, ahora que se prepara para celebrar el V Centenario del Descubrimiento de América. El coproanálisis histórico investiga la historia desde las heces que van dejando las acciones históricas.

Las heces no son los efectos de esas acciones, sino los residuos de las mismas. La comprensión de las causas por los efectos directos que producen es ciertamente un buen camino e indispensable. Pero así como a enfermos y sanos para conocer su estado de salud los médicos les ordenan con toda normalidad análisis de heces, como medida complementaria e indispensable, lo mismo cabe ordenar para quien de verdad quiere conocer el estado social de quien tal vez se cree sano históricamente, porque sus efectos no son malos, pero que puede estar profundamente enfermo porque así lo muestran sus heces. No se trata de coprofilias o necrofilias. Se trata de evitar autoengaños sobre el estado de la propia salud histórica.

La teología de la liberación no sólo está para causar mala conciencia en Europa. Lo que ella pretende es liberar a todo el hombre y a todos los hombres, también a los europeos, y esto sin mesianismos ni fanatismos. Pero advierte que la liberación viene de abajo y de que, así como se hace el opresor oprimiendo, el hombre se hace libre liberando. Cuáles son los verdaderos caminos de la libertad tanto personal como histórica puede ser, como pregunta, lo que puede reunir a teólogos de la liberación tercermundistas y a intelectuales y políticos europeos. Confundir la liberalización con la liberación no sería la mejor forma de llegar a la libertad. Y a veces Europa parece creerlo así.

Ignacio Ellacuria es jesuita y rector de la universidad de El Salvador.

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