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Reportaje:

La intendencia de la gran derecha

La CEOE ha pasado de organizar mítines políticos a elaborar informes técnicos para Alianza Popular

Joaquín Estefanía

Dentro de unos días, la Confederación Española de Organizaciones Empresariales (CEOE), cúpula patronal, cumplirá 10 años. En este tiempo ha tenido dos presidentes, Carlos Ferrer Salat y José María Cuevas. A partir de ahora deberá buscar al tapado de Cuevas, a quien los estatutos no le permiten un tercer mandato. En el camino, la organización -que inauguró el movimiento patronal libre en España- ha pasado por etapas de mítines, de hiperpolitización, de desconcierto y de pasotismo. Ahora ha de reflexionar sobre el papel que a una patronal le corresponde en un país de escaso tejido social y con una derecha política debilitada y dividida en muchos pedazos.

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Ayer hizo tres años justos que José María Cuevas fue elegido patrón de patronos por primera vez. La candidatura de Cuevas se presentó entonces como un hecho excepcional. No parecía lógico que el máximo representante de los empresarios españoles fuera quien hasta entonces había ejercido de secretario general. Esto es, un asalariado de lujo. Desde los inicios de la constitución de un movimiento patronal libre, al margen del sindicato vertical del antiguo régimen, había establecidas implícitamente dos categorías, que convivían en el seno de las patronales: los altos ejecutivos y los empresarios puros, esto es, "aquellos que pagan las letras de las empresas de su propio bolsillo", según definición de uno de ellos.Cuevas pertenece a la primera categoría; Ferrer Salat, su antecesor, a los empresarios puros. Pero en los primeros meses de 1984 se dieron indicios de que podía haber batalla para ocupar el despacho de Ferrer Salat. José Antonio Segurado, todavía presidente de la Confederación Empresarial Independiente de Madrid (CEIM), todopoderosa patronal madrileña, afirmó su derecho a presentarse a las elec ciones de la CEOE. Segurado, fundador de la patronal y hom bre clave de sus primeros años, se había distanciado del aparato de la CEOE y la colaboración con Ferrer Salat se había convertido en abierta enemistad.

El aparato de la CEOE se puso en marcha, intentando evitar la división que supone un proceso electoral abierto. "Esto no es América y la organización todavía no está preparada para estos trances", declaraba entonces uno de sus hombres más característicos. Por ello, primero se intentó que a Segurado se le opusiese otro de los vicepresidentes, Carlos Pérez de Bricio (presidente a su vez de la organización del metal) y más tarde se tomó la decisión definitiva: ¿quien mejor que el colaborador más directo de Ferrer para sucederle en el cargo? Así, casi de carambola, Cuevas llegó a la máxima representación patronal.

El sucesor del sucesor

Tras años después de estos acontecimientos, la excepción se ha convertido en normalidad. Cuevas se ha asentado y ni siquiera ha habido atisbos de que alguien quisiese hacerle sombra en este segundo periodo al frente de la CEOE. No se ha cumplido la profecía de sus primeras conversaciones como presidente, en la que aseguraba a los periodistas que, cumplida su misión, abandonaría los órganos representativos de la patronal.

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Sin embargo, desde ayer mismo, los hombres de la CEOE se han puesto a buscar al tapado. Según los estatutos, nadie se puede presentar a un tercer periodo presidencial. Y en esta ocasión la excepción de señalar al colaborador más cercano parece taponada. José María Cuevas eligió como secretario general de la CEOE a Juan Jiménez Aguilar, un andaluz que presidía otra de las organización importantes de la cúpula: la Confederación de la Pequeña y Mediana Empresa (Cepyrne). Jiménez Aguilar, que también continúa ahora, ha realizado una soberbia labor interna y ha conducido la representación patronal en la firma del Acuerdo Económico y Social (AES) y en las frustradas negociaciones para un nuevo pacto social. Sin embargo, ni por su personalidad ni por los apoyos exteriores al propio aparato, parece posible que sea, a partir de 1990, el nuevo patrón de patronos.

Las miradas comienzan a dirigirse a un nuevo personaje, poco conocido fuera del mundo estrictamente empresarial. Se trata de Arturo Gil, vicepresidente de la CEOE y colaborador antiguo de Ferrer y de Cuevas. Gil, persona de carácter dialogante, enganchado casi desde el principio al movimiento empresarial de la democracia, es, además, presidente del Instituto de Estudios Económicos (IEE), el armazón ideológico de los patronos.

Desde el IEE se encargan, y se publican continuamente, análisis que desbordan el marco económico y que atienden a alimentar el pensamiento de una derecha moderna en España. Estudios sobre la educación, la sociedad, los impuestos, la polítíca económica, etcetera, que intentan influir en el pensamiento de la derecha política y económica.

Cambio de rumbo

Aunque Cuevas fue continuista respecto a la labor fundamental de Ferrer Salat (que sigue vinculado a la CEOE a través de la presidencia de honor y de la presídencia de la fundación que lleva el mismo nombre de la patronal), la realidad política exterior ha llevado a la organización a un cierto cambio de rumbo. El periodo de Ferrer (junio de 1977-mayo de 1984) fue el de la consolidación y el de la hiperpolitización. Los primeros hombres de la patronal dedicaron la mayor parte de su tiempo a llenarla de contenidos, pero también de empresas afiliadas, ya que se partía de cero.

El método fue muy inteligente; se enervó a las bases para que acudieran a la cita de su organización unitaria. La CEOE arrancó a los sindicatos una de sus armas más características, la de los mitines, para juntar a los empresarios dispersos y revelarles los peligros de una política económica calificada como socialdemócrata, aplicada por un Gobierno de centro-derecha, la UCI). Los ataques a los distintos Ejecutivos de Adolfo Suarez arreciaron prácticamente desde la firma de los Pactos de la Moncloa, el primer gran pacto social de la transición que, paradójicamente, fue firmado por los partidos políticos, no por los agentes sociales (patronal y sindicatos) que, o no existían o todavía seguían en la clandestinidad.

Aquellos ataques dieron sus frutos. La primera segregación significativa de la patronal fue la de Agustín Rodríguez Sahagún, que pasó de encendido dirigente empresarial a ministro de Industria y Energía.

Conforme fue hundiéndose UCD en sus propias disputas internas y acercándose la hora de los socialistas, la CEOE fue profundizando en su politización. Hizo campaña contra el PSOE en las anteriores elecciones autonómicas (el punto álgido de su intervención fue la campaña andaluza, con la imagen expresiva de la manzana y el gusano, en la que la primera era el país y el bicho, una izquierda a punto de gobernar). Luego, en las generales de 1982, en las que no sólo calificó a los socialistas de partido cercano al marxismo de la Europa del Este, sino que prestó a varios de sus dirigentes a las listas de la derecha. Por último, en las municipales, que significaron el último intento de actuar políticamente para frenar el omnímodo poder socialista.

Demostrada la imposibilidad de cortar el avance del PSOE, la CEOE entró en una nueva etapa. José Antonio Segurado, consciente de la imposibilidad de llegar a más en la patronal, abandonó este mundo y entró en el de la política, a través del Partido Liberal, una de las tres patas de Coalición Popular (CP), sede de la gran derecha. Ferrer Salat también lo intentó, pero fracasó en su intención de llegar por arriba (como vicepresidente de Alianza Popular).

Gabinete de trabajo

La CEOE fue, a partir de entonces, el gabinete de trabajo de la derecha política. De sus despachos han salido multitud de papeles que, unas veces utilizados y otras tirados a la papelera, acompañaron a los líderes de la derecha en sus continuas interpelaciones en el Parlamento. José María Cuevas, consciente de la solidez socialista, apadrinó desde la sombra todas las operaciones tendentes a agrupar en una sóla fuerza a la oposición conservadora; ha sido así, el gran muñidor de la derecha política, desde la derecha económica. Esta es la explicación más plausible de los recientes ataques de que ha sido objeto por parte de Oscar Alzaga, ex presidente del Partido Demócrata Popular, que abandonó la coalición conservadora inmediatamente después del fracaso electoral de 1986.

Fracasados los intentos de la derecha de oponerse consecuentemente, de igual a igual, al socialismo, Cuevas opina ahora que las soluciones llegarán cuando la crisis de los conservadores se agrave de tal manera que esté en juego su supervivencia. Mientras tanto, la CEOE ejercerá el pasotismo político y se encerrará en lo que le es más propio: la defensa de los intereses de los empresarios, sustancialmente en lo que se refiere a las repercusiones de la entrada de España en la Comunidad Europea.

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