Abierto el compás.
Antoñete toreó ayer -cuando toreó- abriendo el compás. A pesar de su desconfiada actuación, dejó la impronta de la torería, consustancial a su misma existencia. Distinto es que, a estas alturas, tenga las facultades necesarias para superar los ajetreos de la lidia y reflejos suficientes para resolver los problemas y los peligros que de súbito plantean las imprevisibles reacciones de los toros. La torería de Antoñete era patente, pero también la desazón que le producía estar ante la cara del toro. Claro que eso fue ayer. Otras veces, en la última época del maestro, pareció acabado y renacía en la siguiente actuación con renovados ímpetus. Dos corridas le quedan en la feria.
Babelia
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