_
_
_
_
Las repúblicas yugoslavas / 2

Eslovenia, un potosí tecnológico en el que hasta el idioma es distinto

La alpina República Yugoslava de Eslovenia, fronteriza con Austria e Italia, es el potosí tecnológico de Yugoslavia. Con una población de unos 1.800.000 habitantes (casi el 8% del total de Yugoslava), realiza el 2551. de las exportaciones a los mercados de divisas convertibles. Todo es distinto en Eslovenia, hasta el idioma, bastante diferente del serbocroata, lengua materna de 17 de los 23 millones de yugoslavos.

Así, un notable periodista esloveno expresó su preferencia de hablar con este periódico en francés en lugar de hacerlo en serbio. El bienestar ha propiciado el diálogo democrático entre los eslovenos, pero el idioma los ha endiosado infantilmente. Se creen superiores al sur balcánico yugoslavo, obligado todavía a cambiar muchos kilos de muy sudadas materias primas por un puñado de transistores eslovenos.Impera el pragmatismo. En el bar del club de los escritores de la capital, Ljubljana, se lee una advertencia a la clientela: "En Dios confiamos, pero todos los demás pagan al contado". La propia autogestión yugoslava es un invento esloveno. Edvard Kardelj y Boris Kidric lo pusieron en marcha en 1950, aunque hubo que esperar hasta 1974 para su definitivo asentamiento. Entonces empezaron a dispararse todos los números rojos de la economía yugoslava: endeudamiento anárquico, déficit comercial, paro e inflación. Los eslovenos aseguran que la autogestión funciona en Eslovenia porque es una sociedad desarrollada y seria. En cambio, al sur de Yugoslavia, en Macedonia, se acaba de descubrir la existencia de 12 directores de empresa que son analfabetos.

"Aquí no hay paro, y con el índice de desempleo del 0,8% creo que estamos al frente de Europa; nuestro problema es la falta de mano de obra", declaró a EL PAÍS Aloisa Fortuna, líder sindical de Eslovenia. Unos 200.000 trabajadores llegados de la Yugoslavia pobre mantienen en marcha el milagro esloveno. La mayoría lleva la vida trágica del emigrante, hacinamiento y repulsa por parte de un medio cuyo idioma no quiere o no puede aprender. Aunque en el año 1986 crecieran en toda Yugoslavia los salarios un 6%, lo que contribuyó a desatar la estampida inflacionaria, en Eslovenia subieron un 10%. Un conductor de autobuses gana en Ljublana más que un catedrático en Belgrado. Tan seguras se sienten las autoridades eslovenas que piden la legalización de la huelga, hasta el momento sólo tolerada en la federación yugoslava.

Es una sociedad donde lo más importante es ser esloveno. Los comunistas y los no militantes han encontrado un diálogo, tirante a veces, pero envidiable para el resto del país. Daniel Bozic, militante de la Liga de los Comunistas y jefe de la juventud, asegura: "Vivimos durante años en Yugoslavia la ilusión de que todo marchaba bien y que la autogestión llevaría hacia un sistema próspero y más humano. En los años setenta se veía que algo chirriaba, que estábamos al borde del abismo. Podíamos haber seguido diciendo que aquí no pasaba nada, pero la juventud eslovena, bajo la presión de municipios y fábricas, se movió para buscar el cambio"

Grupos alternativos

Acaba su entrevista a las 11.55 horas e invita al periodista a acompañarle a un cine de Ljubljana donde a las doce en punto se reúnen los grupos alternativos. Éstos están formados por pacifistas, feministas, ecologistas y homosexuales que no pertenecen al Partido Comunista. "Estos movimientos nos mueven a ver lo que antes no veíamos o no queríamos ver. Si pusiéramos la ortodoxia en un altar, cesaría la producción espiritual; esos movimientos nos mantienen en forma".

En la filmoteca de Ljubljana, los representantes alternativos discuten y . se pronuncian a mano alzada sobre diversas propuestas de cambio de la Constitución eslovena. El representante de los homosexuales, Bogdan Lesnik, transita por entre las butacas repartien do fotocopias de su propuesta: que la ley suprema federal reconozca el derecho a la elección de sexo y que en ella se hable de ciudadanas y no sólo de ciudadanos. El grupo Gay Magnus quiso organizar una gran reu nión de homosexuales en Ljubljana para el 25 de mayo, aniversario del nacimiento del fallecido presidente Tito. Esto puso la carne de gallina a más de un ex combatiente partisano y se prohibió la flesta alegando peligro de que cundiera el SIDA. En Eslovenia, los pacifistas han chocado con el Ejército por su defensa de los objetores de conciencia. Bernard Nezmah, director de la revista Mladina (Juventud), editada por la juventud socialista, afirma que penar a los objetores nueve años de cárcel es "un atentado contra el sistema". Incluso un alto funcionario comunista reconoció a este diario que la reacción militar contra una decena de objetores fue desmesurada.

Milan Daljevic, viceministro de Defensa, declaró a un periódico esloveno que reconocer la objeción de conciencia equivaldría a "conceder a ciertos individuos el derecho a la capitulación en caso de agresión". Recordaba el general Daljevic que los testigos de Jehová, los adventistas y los nazarenos son enviados a tareas auxiliares, siempre que acaten el uniforme y la jura de bandera. En el centro antiguo de Ljubljana, ciudad que tanto re cuerda a Austria, un vendedor del semanario MIadina se deja fotografiar, pero pide que, si se publica su foto, se diga que se llama Budimir Vukovic: y es ad mirador del disidente histórico yugoslavo Milovan. Djilas, al que le ha dedicado una poesía. Eso es totalmente impensable en el resto de Yugoslavia, don de la broma le podría, salir en unas semanas de arresto.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_