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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La huelga insana

LA PACIENCIA de la que vienen dando muestra los enfermos españoles desde hace más de tres meses, cuando se iniciaron las huelgas en la sanidad pública, ha comenzado a agotarse. A lo largo de la red hospitalaria estatal se están produciendo protestas y manifestaciones de enfermos que interpelan en los pasillos y vestíbulos de centros sanitarios sobre la situación de abandono y desatención en que se encuentran. La comprensión benovolente que en un primer momento pudo manifestarse hacia algunas reivindicaciones del personal sanitario se ha tornado ya en irritación social.En la actualidad, el conflicto que atenaza a los hospitales públicos desde el pasado día 4 está protagonizado por la Coordinadora de Médicos de Hospitales y la Federación Española de Sindicatos Médicos (Fesime). En sustancia, estas organizaciones ponen en cuestión el acuerdo sobre retribuciones a los médicos alcanzado el mes pasado entre la Confederación Estatal de Sindicatos Médicos (CESM) -organización mayoritaria en el sector-, UGT y ELASTV y el Instituto Nacional de la Salud (Insalud), acuerdo que ayer fue convalidado por el Consejo de Ministros para que entre en vigor el 1 de julio. Con su acción, las organizaciones profesionales en huelga pretenden forzar una nueva negociación del modelo retributivo, aparte de mostrar su desacuerdo con la escasez de los presupuestos destinados a la sanidad' pública y con la sustitución de directores médicos por gestoreg cualificados al frente de los hospitales.El punto principal del acuerdo alcanzado en abril pasado, y que ponen en entredicho estas organizaciones, contempla un aumento sustancial (alrededor de un millón de pesetas anuales más) de las percepciones del personal médico en régimen de dedicación exclusiva así como un nuevo modelo de retribución para las guardias médicas. Con el aumento de la prima de dedicación exclusiva -se pretende hacer atrayente para una parte del estamento médico su completa dedicación profesional a la medicina pública, con la contrapartida de que quienes opten por esta dedicación ño podrán ejercer la medicina privada.

Contra este modelo se alzan, más o menos encubiertamente, las organizaciones en huelga defendiendo la actual situación que permite. simultanear el ejercicio de la medicina privada y la medicina pública. La determinación de pagar mejor y exigir una dedicacíón exclusiva debería llevarse, sin embargo, a rajatabla y acabar de una vez con la manera parasitaria en que se practica hoy, en numerosos casos, la medicina. Las de profesionales que hacen su fortuna por las tardes gracias a la comercialízación de la experiencia que obtuvieron en los hospitales públicos por la mañana o las de médicos que sustraen dedicación a los enfermos del seguro para dedicarlo a los particulares son prácticas que deben quedar zanjadas de raíz.

Los propios médicos, en cuyo colectivo se encuentran más de 20.000 licenciados en paro, deben combatir, para su propio bien profesional y para el de la sociedad, la pretensión de recabar estatutos privilegiados. La media de ingresos de los médicos españoles se encuentra fácilmente por encima de otros niveles de retribución profesional y desajustada respecto a su situación interior, donde los desempleados o subempleados se cuentan por decenas de miles.

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En estos momentos, además de encontrar un justo modelo retributivo, la sanidad pública española tiene ante sí otros problemas muy graves, como son los de la calidad de la asistencia y la escasez presupuestaria, problemas que rebasan la preocupación de las organizaciones profesionales y que en ningún caso justifican una huelga que pagan los enfermos. Mantener en este precario nivel de atención a miles de pacientes durante semanas carece de toda justificación.

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