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La memoria

Juan Cruz

La capacidad de cinismo que alberga un asesino múltiple sólo debe ser comparable a su facultad de olvido. La civilización existe gracias a la memoria; los que no la tienen pisotean con pasión todo aquello que les inquieta el paso. Por esa razón no miran atrás, o cuando lo hacen, como ha ocurrido ahora con Klaus Barbie, el carnicero de Lyón, simulan estar asistiendo a un espectáculo, dantesco, claro, ejecutado por otros en escenarios que ellos nunca hollaron. Con esa capacidad de olvido que atesora, este carnicero vuelto boliviano por la conveniencia de su propia actitud de desmemoria, dice que fue capaz, incluso, de acercarse con flores a la tumba del resistente que se le opuso y cuya muerte provocó con una saña que ha sido descrita, también, con la saña con que debe ser narrada la biografía voraz de un individuo tenebroso.La simulación del olvido es el primer paso hacia la barbarie. Y la barbarie no existe sólo en el momento en que se consolida, sino que se prolonga como la baba de un monstruo prehistórico. Así que, según las narraciones de estos días, Barbie situó su experiencia al servicio del horror renovado en países donde se quemó la dignidad de la gente con el líquido inflamable del desprecio más absoluto.

Con esa biografía entre las manos, este hombre se sienta hoy con la mirada perdida, reclamándose boliviano e inocente, frente a un jurado que le acosa. Se queja de ello. Esta falta de memoria que se sienta en el banquillo se halla acosada por la historia. Tenía que ser así. El olvido no existe eternamente para beneficio de los que se han servido de él. En eso la historia, que es un cúmulo de experiencias que a veces no sirve para nada, se porta francamente bien. La historia es una forma pausada de venganza contra los que no tienen memoria y simulan su cinismo llevando flores a las tumbas de sus víctimas. La simulación de la inocencia es el último golpe maestro de los culpables. Menos mal que los demás siguen teniendo la memoria que permite salvar la libertad del agujero del olvido.

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