Labordeta 'mola'
Cuando estaba a punto de finalizar el recital con el qué José Antonio Labordeta abría las fiestas isidriles en la Plaza Mayor, un espectador -joven conocido de acontecimientos similares- se acercó al cronista para adelantarle un juicio tan breve como acertado: "Labordeta mola, colega, a ver si lo- dices niañana". Una vez cumplido el encargo, queda en el aire una pregunta pertinente: ¿qué es lo que tiene este aragonés cincuentón, cachazudo, de inequívoca coherencia .estética y política, autor de canciones tan fuera de la ordodoxia posmoderna, antidivo por principios, para molar por igual a los miles de quinceañeros, veinteañeras y talludos veteranos de otras guerras que abarrotaban la histórica plaza hasta el trabuco de Luis Candelas?En primer lugar, sus canciones. Canciones que unen la simplicidad -que no simpleza- formal a una temática que se ha ido ampliado con el tiempo hasta abarcar el -conjunto de circunstancias, sensaciones e ideas que caracterizan a toda persona de hoy. Pero también, esa imagen que da de padre, maestro y colega, capaz de abrir horizontes de comprensión sin dogmatismos con la ligereza de quien cuenta un chascarrillo y la hondura de quien ve más allá de las verdades como puños que canta.
Labordeta
Recital de José Antonio Labordeta. Plaza Mayor. Madrid, 9 de mayo.
Sabedor de la ambigüedad que encierran las palabras, comenzó el recital con una canción a ellas dedicada, y siguió narrando historias tiernas y terribles y reflexionando con distanciamiento y rigor sobre los avatares del vivir. El entusiasmo del público -que canto, bañó, se divirtió y acabó exigiendo cinco bisesmarcó el éxito de un artista que, por ser de siempre, cada vez es más de ahora mismo.
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