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Los padres severos

Jesús Ferrero

Cuando el estratega Cheng llegó al trono tras haber abolido la dinastía Chou, se hizo llamar Tsin She Huang-ti, que era lo mismo que decir "el primer gran emperador de los Tsin". Este monarca, extremadamente ambicioso y de una fe en sí mismo, y en la dinastía que con él nacía, verdaderamente insensata reestructuró el imperio y a él se deben los siguientes hechos: Acabó con los señores feudales y repartió las tierras expropiadas entre la gleba.Molecularizó las familias dándoles a cada una su consiguiente parcela.

Abolió las escuelas libres y las convirtió en estatales.

Unificó el lenguaje y la escritura.

Comenzó a construir la Gran Muralla, uniendo los sucesivos castillos de los feudos fronterizos, y conquistó no pocos terrenos al sur del Reino del Medio.

El otro hecho, acaso el más conocido, es el de haber quemado buena parte de los libros antiguos para que no se supiera nada o casi nada anterior a él; para que la vida, el mundo, el imperio comenzasen con él.

Además de eso, se hizo construir un enorme panteón en cuyo interior un cuadro representaba, al parecer muy fielmente, la China que con él empezaba y que ya cabía suponer eterna, según él mismo anunció en su primera intervención pública.

Cualquiera que observe la trayectoria y los hechos de este singularísimo monarca tendrá que reconocer su parecido con la trayectoria y los hechos del presidente Mao. Es evidente que Mao reestructuró China, acabó con los señores feudales y los señores burgueses, y atomizó considerablemente la familia campesina y urbana. También sabemos que abolió todas las escuelas libres en beneficio de las estatales, y no es menos sabido que unificó el lenguaje y simplificó cuanto pudo la escritura ideogramática. Además de eso, o como consecuencia de eso, fortificó, a su modo, la Gran Muralla, convirtiendo a su país en una poderosa autarquía, y quemó o prohibió la publicación de muchos libros anteriores a la revolución.

Como el primer monarca Tsin, Mao creyó que una China rigurosamente diferente nacía con él, y, como el estratega Cheng, pensó que las instituciones que con él nacían tardarían en desmoronarse. ¿Se equivocaron los dos? El caudillo Cheng, desde luego, sí, ya que su dinastía fue una de las más breves del reino del Medio y concluyó con su hijo Eul She, una especie de príncipe idiota que mandó al traste todos los logros de su enérgico padre.

Si son correctas las reflexiones del budismo y de ciertas ramas del taoísmo como la encarnada por Tchuang-Tse; sí son certeras las suposiciones de que los nacidos son muertos que empujan desde la sombra y desde la sombra se reencarnan a través de la cópula de dos vivos, ¿quién era el ser que se reencarnó gracias al coito del caudillo Cheng con su favorita y por qué los hijos suelen ser, las más de las veces, tan radicalmente diferentes a los padres? ¿Qué muerto depravado vigilaba las alcobas imperiales para convertirlas más tarde en las estancias de un inmenso burdel?, pudieron preguntarse, algunos siglos después, los budistas chinos. Eul She fue todo lo contrario del primer monarca Tsin: lo que en su padre era fortaleza, en él se convirtió en debilidad; lo que en Cheng era ascendencia, en él se transformó, súbitamente, en decadencia. Abusaba del lujo, sólo le interesaban las fiestas, las cacerías y las orgías, y entregó en seguida el poder al inepto y despótico eunuco Chao Kao, que se burlaba contínuamente de él, poniéndole en ridículo ante los otros cortesanos y que acaudilló una purga no menos cruel que la efectuada por los sucesores de Mao, que con tan buenos modales trataron a su acorralada viuda.

Cuando el primero de los Tsin llegó al poder, proclamó que su dinastía albergaría en su vastísimo seno 100.000 emperadores. La historia se encargó de reducirlos a dos. ¿Pasará lo mismo con la dinastía Zedong? El Tao nos aconseja ser elásticos, escurridizos y suaves. Las piedras son mucho menos suavos que el agua, qué duda cabe, pero se agrietan con facilidad. ¿Puede agrietarse el agua? Desde la perspectiva del Tao, las dinastías debieran ser como ríos, constantes en su fugacidad, doblegándose a la tierra, complementándose con élla (así los Tang, así los Ming), no como piedras, no como troncos duros y quebradizos.

¿Cuánto durará, a partir del momento en que ya empieza a mostrar el espolón la tercera generación de dirigentes, el universo político, económico y, social que generó, el maoísmo? Probablemente muy poco. Los padres populistas y severos no suelen perpetuarse, pero dejan un trazo tenebroso y firme que tarda mucho en ser asimilado, en ser completamente diluido por la memoria colectiva. Sus dinastías son pétreas y breves, y, para bien o para mal, suelen empezar, y acabar con ellos.

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