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Facundo Suárez Lastra

El joven alcalde de la 'reina del Plata'

A sus 32 años es el alcalde más joven en toda la historia de Buenos Aires, la célebre reina del Plata, fundada por Juan de Garay en 1580. Pertenece, como la mayoría de los altos cargos de la Administración designados por el presidente Raúl Alfonsín, a la nueva camada de dirigentes obligada a cubrir el vacío que dejó el secuestro y la desaparición de numerosos líderes políticos durante la dictadura.

A la muerte de Julio Saguier, el alcalde que inauguró el período democrático en 1983, afectado de un cáncer que le abatió el 13 de enero pasado, el presidente Alfonsín nombró a Facundo Suárez Lastra en su reemplazo. Hasta entonces Facundito, como se le conoce en los círculos políticos para distinguirle de su padre -director de los servicios de inteligencia del Estado, de igual nombre y apellido-, era el número dos del Ministerio del Interior y había ocupado la jefatura del bloque de concejales de la Unión Cívica Radical en el Parlamento municipal.Si se recoge el hilo de su historia continúan apareciendo la sucesión de cargos políticos que este joven abogado nacido en la provincia de Mendoza, 2.000 kilómetros al oeste de Buenos Aires, ocupó en nombre del radicalismo. Fue un conocido líder estudiantil y junto con otros miembros de la Juventud Radical fundó en 1968 la Junta Coordinadora Nacional. Esa corriente interna, acusada por la derecha de su partido y los sectores sociales vinculados a la pasada dictadura de ser "los montoneros de Alfonsín", extiende su influencia a todo el Gobierno y avanza sobre los puestos clave del poder.

Como subsecretario del Ministerio del Interior, Facundito tuvo que asumir la responsabilidad en momentos de extrema tensión, en especial cuando se produjo la fuga del país de Raúl Guglielminetti, un parapolicial que fuera detenido en España y estaba acusado de graves violaciones a los derechos humanos. La tranquilidad de Suárez para presentarse ante la opinión pública y explicar la necesidad de consolidar el sistema democrático permitió desmontar la campaña de rumores desatada por la llamada "mano de obra desocupada", ex agentes que integraban los temibles grupos de tareas durante la dictadura.

En el poco tiempo que lleva como alcalde, los vecinos de Buenos Aires se han acostumbrado a verle recorrer la ciudad y asumir el problema allí donde esté. No se propone grandes obras; prefiere la solución de los miles de pequeños inconvenientes. Dice que "desearía vivir en una ciudad limpia, iluminada, sana, orgullosa de sus manifestaciones culturales. programadas o espontáneas, menos agresiva, solidaria con sus vecinos más humildes y desposeídos". Así se resume su plan de gobierno.

Apunta a dos objetivos muy claros: contribuir al proyecto del poder ejecutivo, que desea trasladar la capital del país a un centro administrativo al sur de la provincia de Buenos Aires, y finalizar su gestión entregando el cargo a un dirigente elegido por la voluntad popular. Hasta ahora, la designación del alcalde de Buenos Aires es una facultad del presidente de la nación. Sobre el destino de esta ciudad Suárez piensa que "debe ser el ámbito natural de la experiencia democrática. La calidad de vida se perfecciona de abajo hacia arriba mediante el acuerdo solidario; nosotros vamos a promover ese acuerdo, y aun cuando no sea ya la capital del país, Buenos Aires mantendrá su prestigio como centro cultural ireemplazable".

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