El último aceitero huido confiesa en México que él también hizo contrabando de coIza
ENVIADO ESPECIAL, El aceitero valenciano Francisco Tárrega, que huyó de España en 1982 al ser investigado con relación al fraude de la colza, reside desde hace cuatro años en la ciudad de Tlaxcala, situada a unos 100 kilómetros de la capital de México, donde fue localizado por EL PAÍS, y con quien mantuvo una larga conversación en la que desmintió que tuviera algo que ver con las causas que provocaron el síndrome tóxico, aunque reconoció haberse dedicado durante un tiempo al contrabando de aceite de colza comestible, según él con una única finalidad: salvar a su empresa de la crisis. Tárrega está procesado por los supuestos delitos de atentado contra la salud púbIica y estafa, y desde julio de 1984 está siendo buscado por la policía en virtud de una orden de busca y captura internacional dictada por el juez que instruyó el sumario sobre el síndrome tóxico
Francisco Tárrega, de 40 años, huyó de España el 18 de octubre de 1982, al sentirse acosado por la policía y abandonado por sus ex compañeros en diversos negocios de aceite. Salió de Valencia una madrugada, conduciendo su propio vehículo, al conocer que su socio Salvador Alamar había sido detenido. Aquel mismo día, después de haber descansado durante dos horas en un parador de la autopista, cruzó la frontera francesa. Desde París voló hasta México e inició así un largo peregrinaje por distintas ciudades de la república americana, hasta que acabó instalándose en Tlaxcala.Tárrega ha empezado a explicar su historia por el penúltimo capítulo, sentado en el sofá del comedor de una modesta vivienda unifamiliar situada en las afueras de Tlaxcala, que comparte con un anciano republicano catalán que se exilió a este país al finalizar la guerra civil y a quien conoció al poco de llegar a esta zona de México.
Hay en esta casa una cierta sensación de desorden y provisionalidad, provocada por centenares de documentos e impresos esparcidos por la mesa del comedor, por esa librería casi vacía o por esas cajas de cartón que se amontonan en un rincón de la estancia. Los únicos detalles personales son los retratos de sus tres hijas, que viven con su madre en Paterna (Valencia), y unas plantas que alguien ha colocado frente al tresillo.
"No quiero volver nunca más a España. He acabado sintiéndome incómodo en mi país por todo lo que me han hecho pasar. Lo del síndrome tóxico ha sido como una pesadilla. Pero aquí he podido empezar una nueva vida", ha explicado mientras se dirige a la cocina para preparar un café.
Contrabando de aceite
Se enfurece y alza la voz cuando habla del síndrome tóxico, y recuerda a los funcionarios que acudían a diario y en tropel a su empresa de la avenida del puerto de Valencia para estudiar los libros de contabilidad, vaciar el archivo y acosarle a preguntas. Entonces Tárrega enrojece, grita y mueve los brazos y las manos de forma incontrolada. Después del estallido de cólera se disculpa, y sin dejar de agitar la cuchara y el bote del café, pide disculpas, suaviza el tono de voz y reanuda su relato.
"Lo único que hice fue contrabando con aceite de colza comestible. Me vi obligado a hacerlo para salvar mi empresa y los 22 puestos de trabajo. Todos los aceiteros hacíamos contrabando por esa época, de colza y de girasol que venía de Portugal. Para facilitar este tipo de operaciones fundé en Suiza una, empresa con un capital social de cuatro millones de pesetas. Pero sólo compré dos cisternas de colza comestible, que adquirí en Burdeos".
Justifica el comercio ilegal de la colza asegurando que su empresa pasaba entonces por una crisis muy grave y que estaba sometida a un proceso de suspensión de pagos, a pesar de que en los últimos años había renovado el utillaje de la refinería y había triplicado su producción.
"A mediados de la década de 1970, y a raíz de las restricciones impuestas por el Gobierno para la soja, me llené de deudas. El Gobierno se dedicaba únicamente a proteger a los olivareros, pero toleraba que nos dedicásemos al contrabando del aceite de semillas para que se pudiera producir aceite de bajo costo y el precio del aceite no se disparara. Hacíamos de reguladores del mercado", ha señalado Francisco Tárrega.
Tiene una vaga idea sobre el juicio que se está celebrando en la Casa de Campo en Madrid, pero desconoce los detalles y apenas lee la Prensa. No confía en lo que se pueda decir en la sala de vistas y se lanza a aventurar hipótesis sobre las causas de la intoxicación.
"Yo creo que la colza no tiene nada que ver con el síndrome tóxico. Ellos también lo saben, pero las presiones económicas de los países implicados son muy importantes. La culpa de todo la tuvo una fuga radiactiva ocasionada por una bomba de un avión americano que sobrevoló España. ¿Se investiga aún está hipótesis?", ha preguntado.
No ha esperado la respuesta y asegura que nunca se sabrá la verdad. Hace una mueca, como dando a entender que todas estas cosas ya nada le importan. Asegura que lo único que le preocupa es el trabajo, el taller de reparaciopes de maquinaria que abrió, al poco de llegar, en el pueblo cercano de Santa Ana; el comercio con cerámica destinada a la construcción que ha iniciado con un socio mexicano y ese proyecto para construir maquinaria agrícola ligera en Tlaxcala. Ésta es su nueva vida.
Dos ausentes
F. SALESIgnasi Baixeras y Francisco Tárrega son los dos únicos implicados en el sumarlo de la colza que se encuentran huidos. Baixera, accionista mayoritario de Lípi dos Ibéricos, salió del país en di ciembre de 1981, cuando se inició la investigación sobre las causas del síndrome tóxico y la policía detuvo a su socio Miquel Par Balcells. Actualmente reside en Quito (véase EL PAIS de 30 de marzo). El otro huido, Tárrega abandonó España en octubre de 1982, también en plena investiga ción policial y al ser detenido si colaborador Salvador Alamar Actualmente reside en México.
La trayectoria comercial, su puestamente irregular, de esto: dos empresarios tiene además otros puntos de coincidencia, se gún se desprende de las investigaciones efectuadas por el juzgado. Los dos industriales son técnicos en el refino del aceite, y los dos también se dedicaron durante un tiempo al contrabando de aceite de colza comestible.
Las vinculaciones de ambos empresarios son evidentes y, según parece, en más de una ocasión habían emprendido negoelos juntos. Los dos aparecen relacionados con respecto a la propiedad de una misteriosa partida de "cientos de miles de litros", según se dice textualmente en el auto de procesamiento, de aceites no aptos para el consumo, con importantes presencias de éteres, que la policía descubrió en unos depósitos de la localidad de Bujalance (Valencia).
Francisco Tárrega, ex gerente y accionista mayoritario de Industrias Tárrega de Valencia, fue procesado el 10 de julio de 1984 por tres conceptos diferentes: por manipular y refinar partidas de aceite tóxico que le fueron entregadas por los hermanos Tomás y Agustín Baviera, propietarios de Aceites Valencia, y que fueron destinadas al consumo humano; en segundo lugar, se le acusa de haber efectuado impor taciones de grasas de dudosa calidad que se destinaron también al consumo, y por último se le imputa asimismo haber tenido almacenados clandestinamente "cientos de miles de litros" de aceite tóxicos en unas dependen cias situadas en Bujalance (Valencia). Por estos mismos hechos el juzgado procesó a Vicente Villalba, ingeniero técnico de Industrias Tárrega, y que ostentaba entonces el cargo de director técnico. El juez decretó la líbertad provisional de Villalba y le fijó una fianza de siete millones de pesetas.
Ignacio Baixeras, ex gerente y accionista mayoritario de Lípidos Ibéricos, fue procesado por dos conceptos: manipular el aceite destinado al consumo humano y realizar importaciones clandestinas de aceite de colza comestible. Por estos mismos hechos se encuentran implicados en la causa Miquel Par Balcells y el empleado de Lípidos Ibéricos Alfonso Molina.
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