Progreso y reacción
Creo que buena parte de lectores de EL PAÍS entramos en la Semana Santa imbuidos en reflexiones sobre "la sustancia autoritaria de la utopía", que nos ha provocado la lectura del excelente análisis Qué es el progreso, qué es la reacción, del profesor Delgado-Gal (recordar EL PAÍS, sábado 11 de abril). Sin embargo, no me cabe duda de que unos lectores se beneficiarán más que otros de este vasto esquema periodístico. Y me estoy refiriendo a los alumnos de Lógica de la Complutense madrileña, que tras estas cortas vacaciones a buen seguro le propiciarán a don Álvaro (¿le llaman "o la fuerza del sino"?) haciéndole un buen número de preguntas relativas a cuestiones y conceptos sugeridos a lo largo de su amplio artículo, que podría servir de guía para un a la vez amplio seminario.Y es que a las ya casi arquetípicas funciones de los medios de comunicación escritos habría que añadir esta otra de: beneficiar a los colectivos sociales de forma diferenciada, dicho esto sin ningún asomo de queja.
Por ejemplo, cuando semanas atrás monseñor Gabino Díaz Merchán nos advertía que en nuestro país "la democracia corre el riesgo de convertirse en una caricatura de democracia" y, tales afirmaciones llegaban a los titulares de Prensa, estoy seguro que muchos echamos de menos no haber visto en su día (cualquiera de los del largo calendario franquista) este otro de 1a dictadura corre el riesgo de convertirse en una caricatura de dictadura". Y esa añoranza nos sirvió de estímulo. Primero porque la dictadura jamás corre el riesgo de consentir un titular de tal especie, como tampoco permite una opinión pública que afronte tales interrogantes, ni una Iglesia tan dialéctica.
Porque la dialéctica estaba constreñida con la otra política, faltaban análisis sociales de todo orden, gama de alternativas y experiencias políticas, respeto a la opinión popular, confrontaciones electorales libres, conjunto de libertades de expresión, de
asociación y de reunión, encuestas formales de opinión, en definitiva, faltaban principios que partieran de experiencias y sobraban principios falsos que partían de ilusiones, que no aguantaban un mínimo contraste con lo socialmente medible y auscultable.Podríamos decir que nos ayudábamos de señales a las que pintaban como faros de los grandes valores de la navegación, cuando en realidad no eran sino semáforos para andar por casa. Con esta política, por el contrario, creo que podemos enfrentar al PSOE con las responsabilidades de los estratos sociales de pobreza y miseria que crecen bajo su mandato, que relacionamos a la Iglesia con la tolerancia casi generalizada y los usos democráticos de una sociedad civil, que violentamos a la derecha para con sus responsabilidades ante la demanda social del aborto, el divorcio o la eutanasia. Traemos la política al lado oculto de la Luna, a la vez que necesitamos de profesores que, como Delgado-Gal, nos insistan en todo tipo de limitaciones.-
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