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Reportaje:Indonesia ante las elecciones / 2

Sukarno, ese peligroso fantasma

En desfiles en Yakarta y en Kediri, al este de Java, su tierra natal, cientos de jóvenes del Partido Democrático Indonesio (PDI), con banderas rojas de la independencia a la cabeza, han desplegado en estas semanas la controvertida imagen de Sukarno, por primera vez en actos políticos. Resonaron gritos de "recuerda a Sukarno" y "Sukarno es nuestro presidente", proferidos por muchos que aún no habían nacido cuando el brutal golpe de 1965 puso fin al poder del primer presidente de la República y líder de la independencia.Casi al mismo tiempo, los mítines del Partido de Unión Nacional (Partai Persatuan Pembangunan, PPP), predominantemente islámico, han ido adquiriendo progresivamente un tinte religioso y ceremonial, entre recitados de versos del Corán, gritos de "Alá es grande" y veladas referencias teocráticas a una "república bendecida, por Dios".

Los 'demonios' nacionales

Las autoridades, temerosas del resurgir de los demonios nacionales, hicieron, llegar, mediada la campaña, una advertencia a los contendientes. de que no utilizaran símbolos emotivos y dejaran tranquilo a Sukarno y a las escrituras coránicas. "Las elecciones", aclaraba el portavoz oficial, "no son una opción entre el cielo y el infierno". Asimismo, se advertía a los, líderes del PDI que "la memoria de Sukarno pertenece a todos".

Sukarno fue el fundador, en los años veinte, del Partido Nacionalista de Indonesia, prohibido después de 1965 y hoy fundido con pequeños grupos cristianos en el Partido Democrático de Indonesia (PDI). Dos de sus hijas, Megawati Sukarno Putri, de 38 años, y Kartika, de 20, participan en la campaña del PDI, con la esperanza de capitalizar el recuerdo de aquel hombre dotado de una oratoria de fuego, a quien la gente llamaba Bung Karno ("Hermano Karno"). Su último deseo fue este epitafio: "Aquí yace Bung Karno, la voz del pueblo indonesio".

A pesar de que fue rehabilitado oficialmente hace más de un año y convertido, junto con Mohamed Hatta (cosignatario de la declaración de independencia en 1945), en héroe nacional, el fantasma de Sukarno dista de haber sido neutralizado.

Su recuerdo sigue siendo peligroso y no deja de suscitar escalofríos, especialmente entre algunos líderes musulmanes, que no olvidan las connivencias izquierdistas del líder derrocado ni su colaboración con el ateo Partido Comunista de Indonesia (PKI) en los años de la creciente ola roja, anteriores a 1965. Entonces, Sukarno ejercía de equilibrista político y de alquimista ideológico entre las tres grandes fuerzas: el PKI, el movimiento islámico y el Ejército.

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Rehabilitada su figura, pero no sus ideas, Sukarno es hoy un puro icono. De la extraordinaria retórica de entonces queda -como en el palacio de Asia-África de Bandung, que albergó a Nehru, Nasser, Chu Enlai y Ho Chi Min, en el origen del movimiento de los No Alineados- una fila de mástiles escuálidos y desnudos, apuntando al cielo, sin banderas y oscurecidos por el humo del tráfico moderno.

La fatídica madrugada

Nadie sabe qué ocurrió exactamente en la madrugada del 1 de octubre de 1965, quizá el día más importante en la historia poscolonial de Indonesia. En la madrugada de ese día fatídico, seis generales del Ejército fueron secuestrados separadamente por grupos de hombres uniformados y posteriormente asesinados.Tan sólo los generales Nasution y Suharto, de entre los de mayor graduación, lograron escapar al expeditivo golpe de descabezamiento de las fuerzas armadas. Se sabe, sin embargo, que Suharto no estaba en la lista de los asesinos.

Lo que vino después fue una de las mayores represalias en masa de la historia moderna. Java entera quedó convulsionada por una erupción de violencia que duró meses, y en la que fueron asesinadas por lo menos medio millón de personas: a cuchillo, a hachazos, a tiros o estranguladas, en miles de comunidades de todo el país.

Objetivo: el Partido Comunista de Indonesia (PKI) que, con 12 millones de miembros, era el tercer partido comunista del mundo en número de militantes, tras el chino y el soviético.

No se trató solamente del Ejército, movilizado por Suharto contra los conspiradores comunistas, sino de una guerra civil, durante la que miles de extremistas musulmanes se ensañaron en el crimen.

El golpe cogió por sorpresa a Sukarno, que, incapaz de contener la reacción de los militares, quedó progresivamente arrinconado hasta ceder la presidencia a Suharto en febrero de 1967. Caído en desgracia, Sukarno murió en 1970, bajo arresto domiciliario, roto su sueño de hacer la gran síntesis contemporánea entre el socialismo marxista, el nacionalismo indonesio y la religión islámica.

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