Todo el mundo es bueno
Jorge Pich, de 56 años, el intermediario entre los importadores del aceite de colza y quienes lo comercializaron, trasladó ayer a los asistentes al juicio sobre el síndrome tóxico su impresión de que no hay malicia en el mundo y de que, todo lo más, las grandes catástrofes pueden ser consecuencia de pequeños descuidos, siempre sin mala intención.Ya a preguntas del fiscal Pich había afirmado que él siempre va de buena fe y da por supuesta la buena voluntad de todos. En sus manifestaciones, destacó que los Bengoechea -importadores del aceiteeran unos tipos excelentes, que le habían tratado de forma benevolente en muchas ocasiones y que él les debía dos millones de pesetas.
Realizó Jorge Pich una glosa de las calidades humanas de los aceiteros Enric Salomó y Ramón Alabart, con el primero de los cuales le une una gran amistad.
Pich aseguró que los camioneros que descargaban el aceite de colza eran muy simpáticos, y agregó que la policía tuvo un trato exquisito con él cuando acudió a declarar. Los agentes tuvieron extrema delicadeza al informarle de que se había declarado un pequeño incendio en su industria.
El aceitero catalán, que con estudiada amabilidad llamaba "señoría" a los abogados y les halagaba con. frases como "usted sabe mucho más que yo", concluyó con alabanzas para su esposa. "Aunque en Cataluña hay separación de bienes", dijo, "ella siempre se ha hecho cargo de mis deudas".
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