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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Un gran cantante y una escuela de piano

Talvela y Heinonen

Martti Talvela, bajo, y Eero Heinonen, piano. Obras de Schumann, Rachmaninov y Mussorgski. Joaquín Soriano y su escuela. Obras de Juan Sebastián Bach. Teatro Real. Madrid, 31 de marzo y 1 de abrilAl año siguiente de su presentación en Estocolmo, el bajo Martti Talvela actúa ya en Bayreuth gracias al buen ojo de Wieland Wagner. A partir de entonces (1962), la carrera de este cantante se instala en el gran cuadro de la lírica mundial, a la que los países nórdicos han proporcionado divos de primera magnitud. No existen límites en el repertorio de Talvela, desde Mozart a Verdi, desde Mussorgski a ciertas creaciones de sus connacionales, como es el caso de la ópera Last Tentations, de Kokkonen.En el campo de lied, Talvela domina igualmente los más diversos estilos y posibilidades técnicas. Entiende el género en lo que justamente es, aunque a veces se desvirtúe: una expresión dramática más intensa por más condensada. Lo ha demostrado nuevamente en su recital de Madrid iniciado con las Doce canciones sobre textos de Justinos Kerner, opus 35, de Roberto Schumann, culminación, junto a Schubert, de la expresión musical más representativa de todo el romanticismo.

Este poeta forma en el grupo de los Arnim, los Uhland y los Eichendorf, y alguno de sus versos está recogido en la célebre colección El niño del cuerno mágico (Knaben Wunderhorn). Como en otros casos, Schumann alcanza con máxima perfección la relación música-poesía que "afecta a la misma raíz del sentido de la inspiración", según escribe Sopeña en el, para mí, su mejor libro: El lied romántico.Un Schumann esencialEjemplo máximo entre todos: la Canción del caminante, un Schumann esencial en la idea y en la realización, en la melodización de la palabra y en el diálogo entrañado de la voz, y el piano. Desde este título podemos medir también aunque sea de modo simbólico, el grandísimo arte de Talvela, tan coherente con sus preciosas condiciones vocales, con ese timbre grave y armonioso de igual fuerza dramática que lírica.

En la segunda parte, Martti Talvela y su excelente colaborador, el pianista también finlandés Eero Heinonen, seleccionaron seis lieder de Rachmaninov sobre versos de Galina, Pushkin, Tolstoi, Bunin y Mereschkowskí y el ciclo cimero de Mussorgski, Canciones y danzas de la muerte, sobre Golenischtschev-Kutusov. La importancia y estructura de la parte pianística y el alto vuelo de la vocal han incitado a algunos compositores a orquestar este gran ejemplo de lieder nacionalista y entre ellos destaca Igor Markievich, que lo hizo de manera genial por cuanto la traslación cobra impulso creativo.

En los dos autores -cantados en ruso, pero cuyos textos figuraban en el programa en alemán y español-, Martti Talvela se creció sobre su propia calidad, con lo que apareció triunfante el gran protagonista dramático tantas veces aplaudido. Lo fue en esta ocasión de manera tan entusiasta que se vio obligado a conceder varias propinas.

El día anterior, el Teatro Real acogió un atractivo y ejemplar programa: el catedrático Joaquín Soriano y sus discípulos Alfonso y Marta Manbona, Jorge Gutiérrez Marcet, Diego Cayuelas, Silvia Torán e Ignacio Marín tocaron, en unión de la orquesta de cámara dirigida por Víctor Martín, conciertos para dos, tres y cuatro pianos de Juan Sebastian Bach.

Soriano dejó bien clara su categoría de profesor capaz de hacer escuela, lo que no es frecuente y sí es importante. El más alegre entusiasmo rodeó la actuación de todos los concertistas.

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