Intelectuales soviéticos quieren volver a su país
El eventual retorno a la URSS de un grupo de personalidades culturales de primera fila, entre ellas el director de teatro Yuri Liubimov, el escultor Ernst Neizvestni y el escritor Alexander Zinoviev, ha sido abordado abiertamente por el semanario Novedades de Moscú, que se ha negado a dar garantías para el futuro a estos exiliados políticos en caso de que vuelvan a su país. En su último número, Novedades inserta una carta firmada por 10 emigrantes (publicada antes en el diario francés Le Figaro) y una respuesta a la misma firmada por el director de la publicación, Egor YakovIev.
Novedades de Moscú, que se edita en varios idiomas con una tirada de algo más de 150.000 ejemplares, es en la actualidad la publicación de información política más atrevida de la URSS. De hecho, la publicacíón de la carta de los 10 intelectuales emigrantes ha sido considerada como uno de los gestos más osados del semanario, que es atacado duramente desde los sectores más ortodoxos.En su carta, los intelectuales emigrados expresan sus dudas sobre el alcance de la política soviética actual, comenzando por la posibilidad de que se trate de un "deshielo efímero", un "repliegue táctico antes de la próxima ofensiva". Critican los exiliados la "forma selectiva" de liberar a algunos de los "más célebres defensores de los derechos del hombre" y aseguran que ésta estaba "perfectamente calculada para producir un máximo de efecto al precio de concesiones mínimas". Solicitan los firmantes una amnistía global de todos los prisioneros de conciencia, condenan la represión psiquiátrica (el "método coercitivo más siniestro" empleado en la URSS) y aseguran que no hay progreso en el tema de la emigración, "que incluso el difunto reaccionario Breznev pudo tolerar".
Los intelectuales condenan la presencia soviética en Afganistán, comparan la formación militar obligatoria de los jóvenes soviéticos con el "entrenamiento de las juventudes hitlerianas", afirman que la primavera de Praga fue el "período de transparencia" de Checoslovaquia y condenan la ocupación de este país en 1968 por las tropas del Pacto de Varsovia. Los firmantes piden además que la URSS acepte sus responsabilidades en el Tribunal Internacional de La Haya y ante el Tribunal de los Derechos Humanos de Estrasburgo.
En el terreno cultural, los intelectuales, entre los cuales están también los escritores Vasili Aksionov y VIadimir Maximov, critican que sólo se rehabilite a los escritores muertos y que el acceso a las fotocopiadoras siga restringido. Afirman que la publicación de su carta en la Prensa soviética "sería la mejor prueba de la sinceridad de sus declaraciones sobre la transparencia".
El testimonio de los exiliados y la respuesta de YakovIev, que ataca personalmente a algunos de ellos, pueden evidenciar, en opinión de observadores políticos, que han surgido problemas o baches en una secreta y delicada negociación entre representantes del poder soviético y los exiliados en Occidente. En esta negociación participan, según fuentes solventes, personalidades culturales soviéticas que tienen posibilidad de tomar contacto con los círculos de emigrantes rusos durante sus giras por el extranjero. El regreso de intelectuales de prestigio daría un nuevo refrendo internacional al poder soviético. Los emigrantes, por su parte, volverían a encontrar unas raíces a las que un día tuvieron que renunciar por las circunstancias políticas. No obstante, el tono de la respuesta de YakovIev es mucho menos agresivo que el empleado por Pravda, el periódico del partido, que acusa a los firmantes de pagar con "antisovietismo" el "trozo de pan" que han recibido de Occidente.
"Muy recientemente, yo y otros teníamos aún la impresión de que algunos al menos de entre ellos iban a regresar", señala YakovIev refiriéndose a los firmantes de la carta, que, según afirman, "eran libres de elegir" y optaron "por el otro lado de la barricada".
"La emigración no es el resultado de un trágico malentendido", sino de "desacuerdos profundos con un régimen incapaz de respetar la libertad de creación", señalaban los firmantes de la carta y afirmaban que "funcionarios soviéticos han establecido contacto con algunas figuras del mundo cultural que viven en la emigración para proponerles volver a casa como hijos pródigos".
YakovIev acusaba de cobardía a los autores de la carta, que, dice, prefieren recriminar desde la distancia, y afirmaba, refiriéndose posiblemente a Gorbachov, que "buscar las pruebas de un porvenir feliz de gran potencia en un solo hombre, cualquiera que sea la importancia del cargo que ocupe y el prestigio que tenga en el mundo", es un ejemplo de "mentalidad limitada".
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