Ignasi Baixeras, uno de los fugados, anuncia en Quito que volverá a España, cuando se haya dictado sentencia
"Volveré a España tan pronto como le haya dictado sentencia en el juicio del síndrome tóxico", ha dicho Ignasi Baixeras, uno de los ex propietarios de la empresa Lípidos Ibéricos, que se encuentra huido. Baixeras, que asegura no tener nada que ver con el síndrome tóxico, aunque sí reconoce haber cometido ciertas irregularidades con la comercialización del aceite de colza, reside en Ecuador desde 1982. Huyó de España al ser investigada su empresa y encarcelado su socio, Miguel Par, por unas partidas de contrabando de colza comestible.
"Marché de España para eludir la cárcel y porque me lo aconsejó mi abogado, pero ahora me doy cuenta de que fue un error, ya que me encuentro en situación peor que la mayoría de los implicados", ha asegurado Baixeras, hundido en un sillón del comedor de su casa de Quito. El industrial catalán, que ahora tiene 59 años, vive con su esposa y un hijo de 19 años en un modesto chalé de alquiler situado en el barrio de La Carolina, en la zona norte de la capital ecuatoriana. Otra hija, que le acompañó también en su huida, está casada desde hace pocos años con un médico ecuatoriano, con el que reside en la ciudad de Cuenca, la tercera en importancia de la república.Baixeras, hasta hace pocos días, era, junto con su hija, socio mayoritario de una pequeña empresa dedicada al lavado de pantalones vaqueros, que regentaba junto con otro industrial catalán. Baixeras ha cerrado prácticamente la venta de su parte de la firma por unos siete millones de sucres (unos cinco millones de pesetas), ya que tiene decidido regresar, junto con su esposa y demás familiares, a Barcelona.
Sólo comestible
"No tengo nada que ver con la comercialización del aceite de colza desnaturalizado, ya que el único aceite de colza con el que yo comerciaba era el destinado al consumo humano. Es cierto que lo hacía entrar de forma irregular en el país, pero tampoco fue tanta cantidad como la que se ha dicho. Yo utilizaba el aceite de colza comestible para provocar el desdoblamiento de las grasas y producir las trioleínas. Fueron los otros quienes se dedicaron a introducir en España el aceite de colza industrial para refinarlo y destinarlo al consumo", asegura. Baixeras reconoce también que en algunas ocasiones, y a petición de sus clientes, falsificaba las facturas para aparentar un volumen menor, pero minimiza la irregularidad afirmando que todos los españoles, alguna vez en su vida, han falsificado algún documento.
"Salí de España con lo que llevaba puesto. Un amigo de Holanda me pagó el billete de avión hasta América. Me instalé en Ecuador porque era uno de los países que no tiene tratado de extradición con España y porque conocía a un magnate ecuatoriano de origen libanés que pensé que me daría un empleo. Estuve trabajando para él durante un tiempo, montándole dos empresas. Luego me trasladé con mi familia a Quito, donde me dediqué a la exportación de piedra pómez a España. Finalmente, instalé, con otro catalán, la empresa de lavado de pantalones tejanos. Da para ir tirando. Nada más".
En el mes de febrero de 1985, Ignasi Baixeras fue detenido por la policía de Quito, que cumplimentaba una petición de extradición presentada por el Gobierno español. Acababa de regresar de un viaje a Lima y se dirigía con su esposa, en coche, a su domicilio cuando se le cruzó en la calzada un vehículo policial. Le acusaron de haber robado el vehículo. En la comisaría le explicaron que era por lo de la colza. Durante tres días permaneció en los calabozos; después le llevaron al penal García Moreno, en el centro de la ciudad, donde estuvo dos meses.
"Fue una experiencia terrible. En la comisaría presencié todo tipo de torturas, cómo destrozaron a golpes la espalda a un hombre, cómo azotaban a otro o cómo les aplicaban descargas eléctricas. Me afectó e impresionó mucho", recuerda Baixeras. En el penal de Quito vivió con una cierta tranquilidad gracias a la protección que le brindó otro español, que ejerce como cocinero en el recinto y que actúa como un padrino.
El 18 de febrero de 1985, Baixeras fue conducido al Tribunal Superior de Justicia de Quito, donde se celebró la vista de extradición, que se resolvió a su favor. La sentencia del magistrado Gonzalo Córdoba asegura que España cometió importantes irregularidades procesales que invalidaban la petición de traslado. Recalca además que la extradición no se podía llevar a cabo porque la pena que se le podía imponer por el delito de falsificación en documento público, que era el cargo que se le imputaba, era inferior a los seis meses de prisión, lo que la invalidaba.
En la ruina
"Lo de España lo he perdido todo. La casa de Llavaneras, los terrenos de Esparraguera, la propia empresa. Calculo que el expediente de suspensión de pagos que tuve que presentar a raíz de la investigación judicial a que se me sometió me provocó unas pérdidas de más de 1.300 millones de pesetas. Pero aun así pienso volver. Algo sé hacer; algún empleo me darán".
Lleva una vida sencilla, sin demasiadas relaciones y actividades sociales. Le gusta la vida familiar, pasear a pie por la ciudad, acudir a la iglesia y reunirse con un grupo de cristianos progresistas.
"No quiero quedarme por más tiempo aquí. Quiero morir en mi tierra", repite reiteradamente. No goza de buena salud; hace pocos días sufrió un ataque al corazón. Asegura que ha perdido mucho peso y que el clima de la ciudad no le sienta bien. Su esposa ha permanecido todo el rato junto a él, vigilando todos sus gestos. Por un momento ha advertido una mueca de cansancio en el rostro de su marido y ha dado la entrevista por terminada. Era lo pactado.
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