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La segunda generación del SIDA

Cerca del 70% de los hijos de madres heroinómanas nace con anticuerpos del virus

Tamara, una niña de dos años y medio, falleció el pasado 19 de marzo, en Palma de Mallorca, víctima del síndrome de inmunodeficiencia adquirida. Su madre, una ex heroinómana que había dejado su adicción al nacer la niña, había muerto seis días antes, el viernes 13, por la misma causa. Como Tamara, son varias las decenas de niños con anticuerpos del SIDA, la segunda generación afectada por el virus. La mayoría son hijos de drogadictas intravenosas, un colectivo que concentra un alto índice de exposición al virus y a las que los médicos aconsejan no quedarse embarazadas.

De los 64 hijos de madres heroinómanas, nacidos en La Paz entre diciembre de 1985 y febrero de 1987, tenían anticuerpos del virus del SIDA 33 de ellos. "Pero esa presencia de anticuerpos al nacer no tiene relevancia hasta que los bebés alcanzan los seis meses: se trata de anticuerpos maternos que en muchos casos desaparecen", asegura el doctor Félix Omeñaca, del servicio de Neonatología de la Paz. No obstante, 11 niños, de los 19 que ya han cumplido seis meses, persisten con anticuerpos propios, lo que confirma su infección. De éstos, dos han desarrollado ya enfermedades y síntomas asociados con el SIDA: "Les ha aumentado extraordinariamente el tamaño del hígado y no crecen". La evolución del resto es aún imprevisible.Otros datos hablan de proporciones más altas. Así, en un centro de Roma, 11 niños, hijos de 12 madres heroinómanas, dieron análisis positivos y la mitad de ellos desarrollaron el SIDA. "Pero es una muestra demasiado exigua para sacar conclusiones en una epidemia que está empezando", matiza Omeñaca.

"No se pueden dar porcentajes precisos, pero, a tenor de los datos que van llegando, se puede decir que cerca del 70% de los hijos de madres drogadictas o infectadas nace con los anticuerpos del SIDA", afirma el doctor Rafael Nájera, director del Instituto Carlos III y coordinador nacional para el síndrome de inmunodeficiencia adquirida. El contagio se realiza por vía perinatal, bien sea por transmisión transplacentaria o a través del parto o la lactancia.

"Al constitutir los drogadictos en España el principal grupo de riesgo, la proporción de niños infectados puede ser muy alta", agrega Rafael Nájera. "Es obvio que las drogadictas portadoras no deben tener hijos. Una vez embarazadas, la opción al aborto es posible dentro de nuestra legislación; pero la solución no es el aborto, sino que directamente no se queden encinta". Una prevención difícil de llevar a cabo, dada la precariedad vital en la que se mueven los adictos a la heroína y su rechazo a seguir indicaciones.

Progenitor

El progenitor infectado, por el contrario, no transmite el virus a sus hijos. Así, un hijo de padre portador y de madre sana no es susceptible de contagio. Un supuesto poco frecuente que sólo se daría en casos de relaciones sexuales esporádicas que culminaran en fecundación. En una pareja estable "es dificil que el hombre infectado no termine contagiando a su mujer".

Más vulnerables que los adultos, el 50% de los bebés infectados desarrolla el SIDA u otras infecciones asociadas en el primer año de vida. Si el niño ha sido infectado por transfusión de sangre, el plazo de desarrollo oscila entre los 14 y los 17 meses. Por el contrario, en los adultos, la enfermedad se gesta en menor proporción y tardan alrededor de 28 meses (si han contraído la enfermedad a causa de tranfusiones) o de cuatro años (si se han contagiado por vía sexual).

Pero no todos los niños con anticuerpos tienen por qué hacer SIDA. "Depende de la fortaleza del sistema inmunológico de cada uno, pero es perfectamente posible tratar puntualmente las enfermedades sintomáticas que pudieran sobrevenirle y, una vez superadas, devolverle a su medio habitual", agrega Nájera. "Un niño con antícuerpos no es un enfermo de SIDA ni una fuente de contagio para los demás", insiste Rafael Nájera. "Los miedos a que niños con anticuerpos contagien a sus compañeros de colegio o de juegos son meras especulaciones teóricas".

La niña Beatriz Montero, de cinco años, murió el pasado mes de diciembre, en el hospital Ramón y Cajal, a causa del SIDA. Beatriz había contraído la enfermedad a través de varias transfusiones de sangre que recibió en 1983. Al igual que ella, los niños hemofílicos o los que recibieron transfusiones antes de que se aislara el virus constituyen un segundo colectivo de riesgo junto a los hijos de heroinómanas. Hasta ahora, los datos oficiales sólo han contabilizado 15 casos de SIDA producidos en niños de 0 a 14 años, de los que 11 han fallecido. Pero estos datos, en continua evolución, han quedado sobrepasados por la realidad: así, en la Comunidad Autónoma de Madrid se ha detectado una treintena de casos entre menores de cinco años. En Ávila, otro niño de cinco años, hemofilico, es portador de anticuerpos.

Los productos antivirales, como la acidotimidina, que se están aplicando a los enfermos adultos son aún demasiado tóxicos para tratar a los niños. No obstante, "se están haciendo ya ensayos en pequeñas dosis para adecuar esta sustancia a los enfermos infantiles".

En todo caso, Rafael Nájera rechaza las tentaciones de cobayismo en niños infectados. "Habrá que esperar a que haya una vacuna, que yo no creo que esté lista antes de tres años, para tratar directamente el mal".

Evitar la transmisión

El doctor Rafael Nájera se muestra cauto al pronunciarse sobre si es conveniente decir al niño y al adolescente la naturaleza exacta de su enfermedad. "Lo único que importa es evitar la transmisión" resume Nájera. El peso del alarmismo social y a es lo suficientemente opreviso, insinúa Nájera, corno para incrementarlo con nuevos estigmas. "Decir la verdad es una cuestión individual y familiar. Depende de la calidad de la relación entre el niño y sus padres; y también depende de la comunicación entre médico y niño", concluye Rafael Nájera Morrondo.

En el caso de adolescentes que importa es que los jóvenes tomen inedidas profilácticas, pero no sólo pensando en río contagiar, sino para no ser contagiados, motivación que en ocasiones es más efectiva". La experiencia le hace afirmar a Nájera que hay adultos que prefieren ignorar si tienen anticuerpos o no, en la esperanza de que la enfermedad no se desarrolle, a mismo tiempo que toman pre cauciones para cerrar las vías de contagio. Hay que recordar ulue tener anticuerpos no significa tener SIDA", declara.

"Decir la verdad en el tema de las enfermedades incurables ha sido un tema debatido en la práctica médica. Si se pregunta directamente, creo que hay que decir la verdad pero en esta cuestión, ya digo, importa más informar a los adolescentes de los peligros reales de la drogadicción intravenosa y de la falta de higiene sexual". Afirmaciones que le hacen pensar a Nájera en la oportunidad de tener e cuenta la confictencialidad del diagnóstico en este tipo de en fermedades ante el miedo y el pánico social que el SIDA ha provocado.

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