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Entrevista:EL TRATADO DE ROMA CUMPLE 30 AÑOS

Jacques Delors: "Temo que Bonn no tenga el mismo interés por la construcción europea que el que tuvo hace años"

La liberalización del movimiento de capitales puede plantearse con especial agudeza en España"

El desapego alemán por la integración europea "debe de ser la principal preocupación de los otros once jefes de Estado de la Comunidad Europea (CE)", según declaró Jacques Delors, presidente de la Comisión Europea, en una entrevista concedida a El País con motivo del 30º aniversario del Tratado de Roma. Delors, que dirigirá el órgano Ejecutivo de la CE hasta finales de 1988 -a menos que no se presente antes a las elecciones presidenciales francesas-, reiteró también su llamamiento a favor de la celebración de una "cumbre" europea para contestar a Mijail Gorbachov y elogió repetidamente la labor de España en la Comunidad. Pregunta. Para poder aplicar con éxito la mayor reforma de la historia de la CE, el Acta única, usted ha elaborado un plan consistente en incrementar sus recursos financieros, duplicar el presupuesto de los fondos estructurales, que atenúan las diferencias de desarrollo entre ricos y pobres, y remodelar la Política Agrícola Común. ¿Qué posibilidades tiene su plan de prosperar?Respuesta. No hay ningún ejemplo en la historia reciente de Europa en el que, colocados ante situaciones similares, los países que la integran, 6, 9, 10 y ahora 12, no hayan tenido algunas dudas antes de dar el salto. Si no aceptan abordar el conjunto de mis propuestas no habremos podido allanar el camino de la integración europea a medio plazo. Aplazaremos en uno o dos años la toma de decisiones.

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P. Entre las reacciones de los doce al plan de acompañamiento del Acta única se distingue a unos Estados meridionales minoritarios, pero moderadamente favorables a sus tesis, y a otros septentrionales más bien reacios.

R. Esta dicotomía es demasiado simple. Ningún país ha puesto en tela de juicio la calidad profesional de la labor efectuada por la Comisión Europea, como tampoco nadie se ha atrevido a decir que hemos tomado parte por el Sur contra el Norte. En torno a nuestro proyecto no se está librando una batalla Norte-Sur. Me he cuidado muy mucho de que no sea así. Nuestras propuestas han recibido, no obstante, una buena aceptación en España y Portugal que han aceptado someterse al choque que supone para sus economías la ampliación de la CE. Es una actitud valiente. Desearía que otros Gobiernos también la adopten.

P. Si su plan no genera un conflicto Norte-Sur, este enfrentamiento sí se produce con frecuencia en los consejos de ministros de los doce que semanalmente se celebran en Bruselas.

R. Por ahora no se puede aún afirmar que la gran batalla Norte-Sur surja sistemáticamente conmotivo de cualquier tema. No es seguro que ésta vaya a ser una de las principales características de evolución de nuestra Comunidad, aunque, desgraciadamente, acaso acabe ocurriendo. Existe un riesgo del que soy consciente desde que fui designado presidente. Es posible que España y Portugal adquieran con el tiempo las malas costumbres de los demás. A veces lo hacen ya, pero es aún más bien excepcional. Creo, sin embargo, que el Gobierno español tiene la suficiente valentía de cara a su opinión pública como a sus socios europeos como para no caer en esa tentación.

P. Para amortiguar el choque que supondrá en 1992 a España y Portugal el mercado interno en el que capitales, mercancías y personas circularán con absoluta libertad, usted ha propuesto duplicar los fondos estructurales. ¿Cree que bastará para que ambas economías puedan resistir el impacto?

Mi respuesta es un sí matizado y prudente. Dependerá de la capacidad de los Gobiernos, empresarios y sindicalistas para adaptarse a la nueva situación. Hay, sin embargo, un sector en el que conviene tomar especiales precauciones: la liberalización de los movimientos de capitales. En la actual situación hay una gran diferencia entre la economía monetaria y la economía real, y la libre circulación del dinero refuerza la primera en detrimento de la segunda. Este fenómeno puede plantearse con especial agudeza en España y Portugal. Cuando entremos en la ultima fase de la liberalización propondré soluciones consistentes en combinar las medidas transitorias con otras de acompañamiento o, mejor dicho, de apoyo.

P. El ex canciller alemán Helmut Schmidt y el ex presidente francés Valéry Giscard d'Estaing opinan que para reactivar la integración europea no bastan los órganos colectivos actuales, y que es, por ejemplo, necesario elegir un presidente por sufragio universal.

R. No me canso de elogiar a los padres-fundadores del Tratado de Roma, porque la construcción que pusieron en pie ha resultado con el tiempo ser genial. El triángulo institucional Comisión Europea, Consejo de Ministros y Parlamento es eficaz, y no es añadiendo algo o sustrayándolo como se logrará mejorar su funcionamiento. Ahora resurge con fuerza la idea de elegir un presidente de Europa por sufragio universal. Es buena. Pero no es realista. Me pregunto: ¿cuántos entre los jefes de Estado o de Gobierno de los doce están dispuestos a dejarse representar o a que negocien en su nombre? El caso alemán

P. Pero usted se ha mostrado partidario de que el presidente de la Comisión Europea sí sea elegido...

R. Sí, por mero pragmatismo. Me he esforzado por fundamentar en la profesionalidad mi autoridad frente a los Gobiernos nacionales. Nadie ha dicho, que yo sepa, que la Comisión trabaja mal, pero sí se ha comentado que incordia. Si algún día se refuerza el actual sistema institucional, el órgano más amenazado es la Comisión. Por eso sería oportuno que mi sucesor fuese elegido por los parlamentos nacionales y por el europeo. Su autoridad resultaría fortalecida.

P. En una entrevista concedida la semana pasada al diario francés Le Monde usted se pronuncia por vender a la multinacional alemana Siemens la parte de una empresa francesa de telecomunicaciones que va a ser privatizada. ¿Es esta una manera de atar mejor a la RFA al carro europeo? ¿Qué temores le inspira Bonn?

R. Aquella toma de posición era sólo una manera de llamar la atención sobre el siguiente problema: temo que Bonn no tenga actualmente el mismo interés por la construcción europea que el que tuvo hace anos. Del otro lado del Rin se oyen más quejas que palabras de aliento a proposito de la Comunidad. La cuestión alemana debería de ser la principal preocupación de los otros once jefes de Estado. Su economía es la más poderosa, arroja resultados extraordinarios y les necesitamos. Y a Francia le incumbe una responsabilidad particular de cara a Alemania Occidental, aunque hoy día ambos países no dialoguen ni se comprendan como antaño. Mi país es el principal socio comercial de la RFA, y los alemanes están siempre un poco fascinados por Francia. El eje París-Bonn no puede decidir todo en Europa, pero sí puede ser un motor de su integración, aunque también creo que un o como el de Felipe González y Ruud Lubbers (primer ministro holandés) puede jugar un relevante papel dinamizador.

P. Algunos órganos de Prensa franceses han señalado que él perfil que hizo usted la semana pasada, en una entrevista por radio, del candidato socialista ideal a la presidencia de Francia corresponde exactamente al suyo. ¿Tiene usted la intención de presentarse a la elección?

R. Desde este puesto que ocupo, sólo participo en el debate de ideas que animan la vida política francesa, sin bajar nunca al ruedo. Asisto, por ejemplo, a las reuniones del Comité de Dirección del Partido Socialista, pero no hago uso de la palabra. Como militante socialista, expliqué qué requisitos debe cumplir un candidato para ganar. Hay varias personas que cumplen esas condiciones. Para tranquilizarlas, le sugiero que envíe un ejemplar de su periódico con mi entrevista a cinco o seis personalidades francesas cuyos nombres le daré.

España es diferente

P. Si usted sólo participa en la discusión ideológica, ¿le parece normal que uno de sus comisarios, el español Abel Matutes, haya bajado al ruedo de la vida política como vicepresidente de Alianza Popular?

R. Matutes me puso cortésmente al corriente de sus intenciones, y como, por otro lado, conocía el punto de vista del presidente Felipe González, no formulé ninguna objeción. Todo esto forma parte de un consenso a la española. En España las reglas del juego son diferentes. Esto contribuye a la grandeza de su democracia. Ahora bien, si yo me comportase en Francia como Matutes en España, sería muy mal visto, y aunque pudiese hacerlo, no lo haría.

P. Del caso Matutes está usted extrapolando las virtudes de la democracia española.

R. Sí, porque es para mí un motivo suplementario para admirar el sistema político español. No son siempre las más jóvenes democracias las que más tienen que aprender. Sucede a veces lo contrario. España es un modelo desde un doble punto de vista: por el nivel de su clase dirigente y por la tolerancia y la visión de futuro que caracterizan su vida política. Su ingreso en la Comunidad ha supuesto algo más que una ráfaga de aire fresco.Roma fue utilizada por la oposición al franquismo. "Hablar de Europa era sinónimo de estar en la oposición", indica Raúl Morodo. "Europa era un instrumento ideológico de oposición", añade, "y rompía el esquema nacionalista del franquismo".

Pensar en España

Morodo, hoy miembro del Centro Democrático y Social (CDS) de Adolfo Suárez, entonces joven católico responsable de la sección universitaria de la Asociación para la Unidad Funcional de Europa, director jefe de la revista Europa a la Vista, fue detenido el 25 de mayo por la publicación de esta revista prohibida. La revista Giovanne Europa, publicada en Roma, que regularmente difundía cartas de europeístas españoles perseguidos por el régimen de Franco, protestó. Morodo recuerda también cómo la policía le retuvo su tesis doctoral sobre la Integración potíca de Europa.

Pero esta revista permitió tomar contacto con instituciones y pesonalidades europeas. Como señala Morodo del caso de EnriqueTierno Galván, muy a menudo se hablaba de Europa, pero se pensaba en España.

Había varias asociaciones europeístas en España, una funcionalista patrocinada por Enrique Tierno Galván en Salamanca; otra, federalista, en Madrid, y una Lliga Europea de Cooperació, en Cataluña.

Por aquellos días tuvo lugar en Bilbao la primera manifestación española bajo la égída de la bandera europea, no en la calle, sino como un ciclo de conferencias sobre los problemas de la integración europea. En ella participaron Pablo Madariaga y Santiago Torres. Este último estaba entonces en Alemania Occidental y sólo regresaba a España esporádicamente. Más tarde trabajó en la ONU, y luego como secretario general del Tribunal Internacional de Justicia de La Haya.

Nosotros veíamos entonces que el progreso en la construcción europea era un elemento negativo para la permanencia del régimen de Franco, señala Santiago Torres, mientras que los gobernantes españoles vieron el Tratado de Roma "con desconfianza". Torres recuerda que aquellos sectores del régimen que hablaron más positivamente de este tratado lo presentaron como un elemento de lucha y defensa contra el comunismo soviético.

Cinco años, en junio de 1962. después vendría lo que el franquismo denominó el contubernio de Múnich cuando en una reunión del Movimiento Europeo, en la capital bávara. destacados españoles, de un amplio espectro político, aprovecharon el proceso de integración europea para pedir la vuelta de España a un sistema de libertades. La libertad es como la sangre. Circula por todo el cuerpo vivo del continente sin limitaciones, dijo Salvador de Madariaga.

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