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Condoneros

Rosa Montero

En estos momentos no hay profesión con más futuro que la de fabricante de condones.Después de tantísimos años de marginación, befa y oprobio, los condoneros están empezando a ocupar el lugar de honor que merecían en esta sociedad por la que tanto han hecho. Incluso los curas andan ahora recomendando el uso de la mentada caperuza. Claro que sólo en el caso de querer recoger el esperma del marido para la inseminación artificial (porque la masturbación es un pecado atroz) y a condición de que se pinche la goma previamente (porque hacer el amor con preservativo es una falta aún más gorrina); no sé si han captado ustedes la sutileza teológica del proceso. Total, que también la Iglesia ha tenido que recurrir a la humilde funda de los bajos.

Ahora bien, lo que ha lanzado el condón al estrellato ha sido el SIDA. He de admitir que estos chismes elásticos siempre me han parecido un anticonceptivo la mar de útil. Porque la píldora machaca el cuerpo a las mujeres, y el DIU deja los interiores hechos cisco. La gomita, en cambio, se pone y se quita, tan saludable y mona ella. Eso sí, ha tenido una mala prensa pertinaz, porque muchos caballeros encontraban más cómodo que las chicas siguieran fosfatinando su salud. Me gustaría verlos ahora, paranoicos y recauchutados hasta las cejas.

Han sido despreciados por los egocéntricos, anatematizados por los puritanos, prohibidos por Franco y por la Iglesia. Han sido los grandes incomprendidos de la Historia. Pero los modestos preservativos han permanecido al pie del cañón, valga el símil freudiano, cumpliendo su función como jabatos. Hubo una época en que consideré que la goma podía constituir una prueba de fuego en el amor; que convenía plantear el uso del condón a todo nuevo ligue, y que si el varón en cuestión torcía el gesto era cosa de ir pensando en rechazarlo. Pues bien: tal como están ahora las cosas, los usuarios del envoltorio plástico demostrarán no sólo su galanura, sino su concienciación profiláctica y social. Es el triunfo final del condonero.

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