Pagar con moneda falsa y entregar mercancías mermadas
Los españoles creemos más en las verdades oficiales que en la realidad, hasta tal punto que un certificado administrativo tiene para nosotros más fuerza que lo que ven los ojos y palpan las manos. Si una vivienda ha sido declarada habitable, y un barrio, urbanizado, para nada cuenta el que haya que llegar a ella a través de desmontes oscuros, sin calles ni acerás, y que el techo se levante en cada tormenta. Tenemos un buen ejército, una Administración eficiente, estamos en Europa, somos europeos, la inflación es moderada y si la gente ha empezado a tomar noticia del paro y de las insuficiencias de la justicia, ello se debe a que así lo han declarado ya las estadísticas o lo denuncian los periódicos.También hay en España universidades y se realiza una excelente investigación. Para comprobarlo basta leer las cotidianas afirmaciones triunfalistas del ministerio. Nuestros licenciados e investigadores se pasean por el mundo en pie de igualdad con sus colegas. En las universidades se aprende mucho, y con el título en la mano se consigue trabajo y pingüe sueldo.
Vistas así las cosas, nada tiene de particular que los jóvenes, y aun los niños, hayan salido a la calle reclamando un puesto en la Universidad, que es como tener asegurada su formación profesional y su vida.
El ministerio, por su parte, después de un duro, aunque breve, forcejeo, ha cedido sin especial resistencia, abriendo las puertas de la Universidad a todo el que llame a ellas. La tranquilidad se ha restablecido en el frente y ya podemos respirar de nuevo sin temor a embotellamientos de tráfico producidos por los inesperados manifestantes.
Pero conviene advertir públícamente del fraude que aquí se ha cometido y anunciar aunque sea inútilmente, que nada se ha adelantado y hasta que se ha retrocedido sensiblemente. Posponer los problemas no es resolverlos, y esconderlos es agravarlos.
Los manifestantes habían oído hablar de la Universidad y se imaginaban que accediendo a ella y obteniendo un título aseguraban su futuro. En su consecuencia, lo han exigido y, casi sin dificultades, obtenido Pero que no canten victoria, porque se les ha pagado con moneda falsa .En la Universidad en la que van a entrar no van a aprender nada ni a formarse profesionalmente, ni con su título van a estar mejor
Enseñanzas hueras
Reparen en lo que han hecho durante los años de la enseñanza media y piensen que lo mismo, e incluso peor, les espera en el futuro. Lo único que van a recibir al salir de la Universidad será un nuevo papel, que de poco va a servirles. Mientras tanto, van a vivir en aulas y barracones indignos, escuchando unas enseñanzas tan hueras como el título oficial y padeciendo unos exámenes arbitrarios tan aleatorios y sin sentido como los que servían para acceder a la Universidad y contra los que tan enérgicamente han protestado ahora. Lo único que han conseguido, en definitiva, es prolongar el engaño y agonía durante cinco años más; pero la vida les ajustará las cuentas, sin piedad, al cabo de ese tiempo.
Sus reivindicaciones forma les han sido tan absurdas como su aparente éxito. Lo que los jóvenes, y todos los españoles, deben reclamar no es un puesto en la Universidad, sino una Universidad a secas, es decir, una Universidad que de veras lo sea. Lo demás es andarse por las ramas y perder el tiempo; y si tienen dudas de lo que aquí se dice, que pregunten a las generaciones precedentes.
No han ganado nada, en definitiva, y las mejores cabezas del movimiento lo saben perfectamente, como también lo sabe el ministerio. El problema sigue pendiente y volverá a estallar cualquier día, aún más envenenado y con peor solución. Dése, pues, por contento y vencedor el que sólo aspirase a un papel oficial, a un título académico y a cinco años más de vida irresponsable. Pero dése por burlado el que salió a la calle por motivos más serios. No ha habido paz, sino tregua, y el aparato volverá a estallar pronto: en cuanto los usuarios del servicio público universitario dejen de creer en las sonoras palabras y en los títulos solemnes y se limiten a atenerse a la realidad.
Que nadie se llame a engaño: los estudiantes estarán de nuevo en la calle cuando se percaten de que se les ha pagado con moneda falsa y de que han recibido por su tregua una mercancía averiada y mermada, o sea, una Universidad que sólo tiene de ella el nombre y, a lo sumo, la fachada. Se reanudará la lucha, en otras palabras, cuando los estudiantes -y los ciddadanos en general- decidan exigir que el kilo pese 1.000 gramos justos.
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