La gesta consistió en correr
El taurinimo estaba revuelto con el gesto de Manzanares: "Va matar Victorinos ¡y no le hace falta!'. A los taurinos les parecía algo tan heroico, que lo llamaban gesta. A la hora de la verdad, se vio que la gesta consistía en correr. ¿Corrió Manzanares? Aún debe de estar corriendo.Es cierto: a Manzanares no le hacen falta gestos ni gestas para que lo coticen como figura. Los gestos y las gestas corresponden a otros, por ejemplo a sus compañeros de ayer en la primera corrida fallera, que lidian victorinos, miuras, lo que haga falta, todos los días, y lo hacen como quien lava. Víctor Mendes lo hizo ayer como quien lava con jabón de olor, y después de sufrir una cogida impresionante, que heló los corazones -el suyo y el del respetable-, toreó, mató, cortó cuatro orejas, salió a hombros por la puerta grande.
Victorino / González, Manzanares, Mendes
Toros de Victorino Martín, con desigual trapío y juego. Dámaso González: pinchazo y estocada caída (aplausos); tres pinchazos y bajonazo (silencio). Manzanares: bajonazo descarado (bronca); pinchazo y bajonazo infamante (bronca). Víctor Mendes: estocada aguantando (dos orejas); estocada (dos orejas). Salió a hombros por la puerta grande. En la enfermería fue asistido de un varetazo. Plaza de Valencia, 14 de marzo. Primera corrida de feria.
Cuando recibió Manzanares a su primer Victorino ya estaba corriendo: a cada lance pegaba un zancada para atrás y apretaba a correr para recuperar terreno. En la faena de muleta, lo mismo. Quedó cierta esperanza de que en el quinto de la tarde tendría menos prisas, ya que se trataba de un Victorino recortadito y escaso de pitones, que no parecía Victorino. La esperanza resultó fallida pues el Victorino que no lo parecía pegó una primera arrancada fuerte y descompuso al fino torero alicantino. El fino torero alicantino perneó p'allá, perneó p'acá, trapaceó un furibundo macheteo, tocó pitón de lejos, pegó un sartenazo.
Seguramente no le quedaron ganas de repetir gestas. "A Manzanares, lo que le va, es el toro de carril", dicen los taurinos que saben de esto. Hombre, claro, y a los restantes toreros del escalafón, y a las abuelas de los restantes toreros del escalafón. Los restantes toreros del escalafón eran ayer Dámaso González y Víctor Mendes y les correspondieron respectivamente, un Victorino que lo parecía y otro que no lo parecía. A uno de los que lo parecían, boyante por el pitón izquierdo, González lo muleteó mucho y sin garra por ese lado y tuvo la vergüenza torera de intentar someterlo por el otro, a pesar de que por ahí llevaba peligro. El cuarto era un cárdeno medio escurrido, medio degollado, cornalón y bizco, que no embestía porque estaba inválido y caía de rodillas en cuanto Dámaso González le bajaba la mano.
El primero de Mendes fue un Victorino importante, de los que embisten como debe hacerlo el toro bravo: humillado, codicioso y vendiendo cara la piel. Mendes le instrumentó emocionantes tandas en redondo y cuando se echó la muleta a la izquierda, al segundo pase el toro lo desequilibró de un pitonazo. Rodó el torero mientras el Victorino se iba a la muleta caída pero tras pingarla al aire, galopó a por el torero y lo corneó de forma espantosa.Quedó desmadejado en el suelo Mendes y se lo llevaron en medio de la consternación general. Sorprendentemente, salió de nuevo en mangas de camisa, ligó una serie de redondos y cobró un estoconazo por el hoyo de las agujas.
No pudo gozarse Mendes con el delirio que provocó su gesto -ese sí era gesto- pues pasó a la enfermería. Salió para lidiar al sexto, y fue su fortuna. El sexto era el Victorino que menos parecía Victorino; parecía un santacolomita, de esos trasvestidos de hermanita de la caridad, que los hay. Le prendió tres pares de banderillas soberanos y le ligó reposados redondos en el tercio, naturales en el mismísimo centro del redondel. Crujían estruendosos los ¡oles! de un público enfervorizado y cuando el portugués apabullaba con trincherazos y cambios de mano al dócil corderito no victorino, la plaza era un clamor. A hombros por la puerta grande sacaron a Mendes y a hombros se lo llevaron por las calles del cap y casal del Regne, como en los viejos tiempos.
Babelia
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