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Reportaje:

Romano Forleo

Una autoridad católica en favor de la fecundación artificial

Juan Arias

Romano Forleo, médico católico comprometido socialmente, jefe de ginecología y obstetricia del hospital Fatebenefratelli de la isla tiberina de Roma, donde trabajan los hermanos de San Juan de Dios, se ha quedado decepcionado y amargado con el nuevo documento vaticano sobre la fecundación artificial. Forleo es la mayor autoridad en este país en el campo de la sexología en el ámbito católico. Y sin embargo, a pesar de ello y de trabajar con su equipo sobre la esterilidad femenina a pocos metros del Vaticano, no ha sido consultado en la preparación del documento.

Tiene 54 años, está casado y es padre de dos hijos. Romano Forleo es un hombre cordial, simpático, deportista y polivalente. Ha sido presidente de la Asociación Mundial de Sexualidad (WAS); en 1978 presidió el III congreso mundial sobre problemas de sexología y al año siguiente hizo lo propio en las Jornadas Mediterráneas de Sexualidad de Barcelona. Ha recorrido el mundo como conferenciante, ha enseñado en las mejores universidades italianas y ha investigado en el Chelsa Hospital for Woman de Londres. Es también autor de numerosos libros de contenido científico-social y coautor de 242 publicaciones científicas."Todo el mundo está de acuerdo", dice, "en que debe haber unos límites a la manipulación genética" y es justo que el documento del cardenal Ratzinger, añade, "ponga en guardia sobre el orgullo de la omnipotencia porque no somos dueños absolutos de la vida". Lo que no le ha gustado del documento, "es que haya negado casi todas las posibilidades de experimentación, ya aceptadas por tantos católicos y moralistas", como también el hecho de que el documento pontificio "se haya preocupado más de convencer y atemorizar a la gente que no de buscar el designio de Dios en la historia". "No hay en él una sola llamada hacia la búsqueda de caminos nuevos en la ética sexual", afirmó a este corresponsal.

Padre y esposo feliz que firma algunos de sus libros junto con su mujer, no cree que la única posibilidad para el dolor de una mujer estéril sea el agarrarse a la cruz de Cristo. Dice que la ciencia debe ayudarla a superar su problema, mientras no está de acuerdo con la solución de adoptar los embriones ya existentes porque piensa "que eso sí que puede abrir la puerta a la manipulación genética salvaje". A Forleo se le reconoce el mérito de ser un científico que ha sabido conjugar ciencia y cultura y dividir su tiempo entre los laboratorios, las excursiones al monte con los jóvenes, la presencia en las comunidades cristianas de base y la vocación de escritor. El capítulo más desagradable para el famoso ginecólogo italiano es el último, cuando hay quien apela a los Estados para que paren por ley la investigación e impongan sanciones penales a los desobedientes. "Tengo más miedo a los Estados que a los científicos. Mejor un médico loco", dice Forleo, "que la omnipotencia de la ley". Y añade: "Con todos nuestros defectos, los médicos y científicos, al estar más cerca de la vida y de la muerte, somos también los más prudentes y con mayores escrúpulos de conciencia". Se esperaba, en su optimismo proverbial, que el documento vaticano iba a abrir caminos de la libertad en el respeto de la conciencia. Confiesa que se ha equivocado: "Mi impresión es que están decididos a cerrar las puertas, sin darse cuenta de que el pueblo de Dios sigue igualmente adelante".

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