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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Análisis de Morán

Quisiera felicitar a Fernando Morán por su análisis tan agudo de las administraciones de Reagan y de la llamada revolución conservadora (EL PAÍS, 2 y 3 de marzo).Lo que es especialniente revelador, y de gran importancia para poder comprender tanto el arraigo como el alto nivel organizativo de la extrema derecha norteamericana, es el camino al poder que ha sido recorrido por las nuevas elites desde los años cincuenta, cuando, como señala F. Morán, "tomaron conciencia de sus intereses". Tengo algunos recuerdos borrosos, que datan de mi infancia, de la campaña presidencial realizada por Barry Goldwater en 1964: me viene a la memoria, además de algunas anécdotas costumbristas (como unas latas doradas que contenían una bebida refrescante llamada gold water), el miedo que había en aquel entonces a la China roja y a un hipotético ataque nuclear dirigido contra Estados Unidos. Fui testigo, aunque demasiado joven para darme cuenta de ello, de la enunciación de los temas y propuestas de las nuevas elites, quienes acabarían por ganar la presidencia.

Lo inquietante de todo esto es el no poder saber quiénes, en última instancia, constituyen, entre bastidores, el núcleo de estas elites ultraconservadoras.

Aún más inquietante tal vez es el simbolismo terrible que hubo en el asesinato del presidente Kennedy, en 1963. Kennedy, que provenía de la tradición liberal y de un sector importante del establishment del Este (a pesar de su fe católica), fue abatido a tiros en la ciudad de Dallas (Tejas), en el corazón del Sunbelt. Esta región ha sido, junto con California, la base geográfica de las nuevas elites. ¿Una casualidad trágicamente irónica del destino?

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Ahora parece ser que las posiciones más extremistas del movimiento conservador están sufriendo cierto retroceso, tanto por la propia dinámica interna de la clase dirigente como por factores objetivos, y también por la misma naturaleza cíclica de tendencias políticas. Sin embargo, las nuevas elites no se alejarán mucho de la cúpula del poder. Buscarán a otro gran comunicador que, como Reagan, servirá de cabeza visible para canalizar las aspiraciones y los programas de tales intereses fácticos-

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