Francia, en Madrid
LA 'CUMBRE' franco-española que se abre hoy en Madrid -con la participación del presidente de la República Francesa, François Mitterrand, y del primer ministro, Jacques Chirac, al lado del presidente Felipe González- es un acontecimiento de entidad. No tiene precedente y merece ser destacado porque refleja la profunda y positiva evolución de las relaciones franco-españolas desde hace dos años. Evolución en la que factores decisivos han sido la ayuda prestada por Francia a la lucha contra el terrorismo de ETA y la superación de las reservas de la derecha francesa a nuestro ingreso en la Comunidad Europea.En el marco de la cumbre habrá reuniones interministeriales sobre temas de interés común. España tiene algunos problemas graves en sus relaciones exteriores, como Gibraltar, las reivindicaciones. marroquíes sobre Ceuta y Melilla, la negociación con EE UU, que no tienen cabida formal en conversaciones bilaterales con nuestros aliados europeos. Pero no es ningún secreto que, por ejemplo, en el tema de las bases norteamericanas, Madrid ha recibido presiones desde Europa que coinciden con lo que EE UU defiende, y conversaciones de alto nivel, como la actual, pueden permitir una mejor comprensión de nuestras posiciones.
Con todo, la cumbre debe situarse en el marco de la construcción de Europa. España entra ahora en el círculo de los países europeoe importantes que celebran entre sí encuentros regulares a nivel de jefes de Estado y de Gobierno. Francia los tiene establecidos con la República Federal de Alemania, el Reino Unido e Italia. Y a partir de hoy, con España.
Los puntos de coincidencia entre Francia y España son grandes. Ambas son miembros de la OTAN, están interesadas en que Europa refuerce su personalidad, obtenga mayor autonomía con respecto a EE UU. En los problemas de seguridad europea, y dentro de un criterio favorable a un desarme equilibrado y con garantías, la posición española es más claramente favorable a un eventual acuerdo entre EE UU y la URSS para suprimir los euromisiles. En París, el tema ha creado fricciones en la mayoría gubernamental, pero la actitud española corresponde a la predominante en Europa.
En otro sentido, hechos recientes, como el viaje de Simón Peres a Egipto, confirman el acierto de los esfuerzos desplegados por Madrid y París para ayudar a que se abran vías de negociación en Oriente Próximo y para contribuir a la estabilidad de la cuenca mediterránea. Estos problemas, abordados en la reciente cumbre ítalo-española de Mallorca, figurarán también entre los temas de las discusiones. De la cumbre de Madrid cabe esperar, si no decisiones concretas, sí un estímulo a que España desempeñe un mayor papel en Europa.
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