Tropical
En la playa de Copacabana, en medio de una gloria carnal, tal vez hay un chiringuito regentado por Palazón, uno de los evadidos de la justicia española. Aprovechando que nuestras cárceles parecen un queso gruyère, otros ilustres evadidos pueden acudir a este establecimiento a tomar refrescos en altas copas frutales. A la sombra del tapango tropical, donde suena música carioca directamente conectada a la pelvis de las mulatas, no resultaría extraño sorprender a una tertulia formada por la dulce Neus, Hellín, Lerdo de Tejada y Bardellino, todos ellos abanicándose con el volante de salida que un día les concedió el magistrado. Ya sé que la primera obligación de un preso consiste en fugarse, aunque creo que debe realizar un mínimo esfuerzo por su parte. He visitado algunas cárceles de este país. He visto los rostros más inocentes, los ojos puros de ciertos criminales célebres entre rejas que nunca traspasarán. También he contemplado a oficiales de juzgado delante de un aperitivo de cigalas acariciando la llave del Mercedes, y a fiscales del Supremo cuya integridad no les permite ir más allá de un pincho de boquerones en vinagre. No existe imagen más moderna que la de un juez penitente, pero opino que la justicia española tiene un lado de comedia bufa.Puede que en una playa de Brasil la dulce Neus y el sicario Hellín hayan establecido amores bajo las palmeras y el lejano hedor de una sexta galería les excite la memoria cuando celebren un coito hipotético. Tal vez el fascista Lerdo de Tejada allí mismo forme un revólver con la mano y apunte a los altos cocos imaginando cabezas de rojos, mientras Palazón bate la maraca de una coctelera e inventa un nuevo combinado de lima, guayaba con un toque de ron a punto de nieve bautizado con el nombre de Bardellino. Lejos de todo eso quedan algunas podridas celdas donde habita la perdida virginidad de unos púberes rateros que se han llevado un par de transistores para poder introducirse en la vena un pedazo de cielo, los cuales nunca bailarán una samba en Copacabana.
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