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Lo que no se discutió en el debate parlamentario

La impresión que me produjo el llamado debate sobre el estado de la nación es que, por un lado, no existe ni se vislumbra ninguna alternativa al actual gobierno del PSOE, pero que, por otro lado, este Gobierno se siente aislado y acosado y tiende a situarse a la defensiva. Sumando ambas cosas, la impresión general es más bien inquietante.El espectáculo que ofrecieron los grupos políticos que aspiran a construir una alternativa de derecha o de centro me pareció lamentable. Y no porque algunos de sus líderes no estuviesen más o menos brillantes o incisivos -aunque lo cierto es que la mayoría no estuvieron ni lo uno ni lo otro-, sino porque ninguno de estos grupos hizo propuestas programáticas alternativas basadas en un análisis serio del estado real de la sociedad española. Todo se redujo a acusar al Gobierno de ser el causante de los múltiples males que, según ellos, aquejan a España, males que eran metidos por estos grupos de oposición en un mismo saco, sin molestarse en distinguir, en diferenciar ni en buscar las razones de fondo de los hechos que se argüían o ni siquiera en demostrar que tales hechos eran reales. Frente a un Gobierno que, por carecer de alternativa, se ve constreñido a ocupar el espacio de la derecha moderada, el centro y la izquierda, la oposición intentó desbordarle igualmente por los tres lados a la vez: por la derecha, por el centro y por la izquierda. El resultado fue una enorme confusión, un verbalismo vacío y un hastío generalizado. O sea que por este camino, no habrá alternativa de derecha ni de centro durante mucho tiempo.

La oposición de izquierda realizó una crítica más específica, pero en algunos momentos tuvo dificultades en diferenciarse de la oposición de centro y de derecha porque todo el debate tuvo por objeto demostrar que el país va mal por culpa del Gobierno. Por lo demás, la oposición de izquierda no abordó su principal problema, a saber: si cree o no que ella puede ser una alternativa global al actual Gobierno del PSOE y en caso de que no lo crea qué relaciones piensa que deben recomponer cosas para contribuir a fortalecer a la izquierda en su conjunto y acentuar su pluralismo y otra pensar y actuar como si la tarea principal fuese echar al PSOE del poder. Este problema se puede eludir durante algún tiempo, poniendo por delante los asuntos políticos coyunturales, pero no se puede disimular ni menos silenciar a la larga.

El hecho es, pues, que no hay alternativa a corto plazo ni por un lado ni por otro. Por eso resulta preocupante que el Gobierno adopte como yo entiendo que adopta una actitud defensiva y se sienta acosado y cercado. Sin alternativas a la vista, nuestro sistema democrático se aguanta básicamente gracias al PSOE. Todos los grupos de la oposición le atacaron duramente pero ninguno asumió la responsabilidad de reconocer que todos o casi todos se habían dividido, escindido y roto, que con ello habían contribuido decisivamente a desprestigiar el sistema de partidos en nuestro país y que si las cosas funcionaban y ellos tenían todavía perspectivas de rehacerse era porque el PSOE no se había escindido ni roto y aseguraba la estabilidad del sistema. Así son las cosas, y ningún debate sobre la situación política general de España puede prescindir de este dato esencial.

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El problema principal, apenas abordado en el debate parlamentario, es que hoy no existen en España partidos ni fuerzas políticas capaces de expresar y canalizar las inquietudes y las aspiraciones de grandes sectores de la población. En nuestra sociedad hay contradicciones sociales importantes pero ni más ni menos graves que las de otros países de régimen democrático. Junto a problemas ya antiguos y no resueltos aparecen otros nuevos y entran en liza nuevas generaciones que no han conocido el franquismo. Lo importante es que entre los diversos sectores sociales y el poder político no hay nada o casi nada y que cuando se plantean reivindicaciones grandes o pequeñas no hay más interlocutor que el poder establecido, que el Gobierno. En la medida que los partidos políticos no funcionan como instrumentos de participación social y que la oposición no existe como tal, no hay más interlocutor posible que el Gobierno. Por eso todos buscan a este interlocutor, por eso todos intentan hacerse oír por él. Y una de las enseñanzas de los últimos movimientos reivindicativos es que ya nadie está dispuesto a contentarse con promesas vagas ni con tratos discriminatorios. Si los grupos poderosos pueden dialogar directamente con el Gobierno, los demás salen a la calle para conseguir lo mismo. Por eso el Gobierno está y estará acosado.

Este es el punto más débil de nuestro sistema democrático. La tarea política más importante para todas las fuerzas políticas, en el Gobierno o en la oposición, debería consistir en fortalecerse como mecanismos de participación ciudadana, como canales de expresión de las inquietudes y las esperanzas de la gente y en impulsar la capacidad de organización de los propios ciudadanos. Se trata, en definitiva, de hacer surgir grandes interlocutores sociales con capacidad de negociación y de concertación. En un debate como el que se ha producido en el Congreso éste debería haber sido el principal punto de discusión, la principal crítica al Gobierno, pero también la principal crítica al conjunto de las fuerzas de oposición.

Pero las cosas no han ido por aquí. Y dada la incapacidad de los grupos de la oposición para forjar una alternativa por la vía parlamentaria, me temo que la batalla irá por otras vías. La vida política española se convertirá cada vez más en una serie de acciones de acoso y derribo del Gobierno y en una reacción defensiva constante de éste. Aquí valdrá todo y la acción principal de la oposición de centro y de derecha no pasará por las Cortes Generales.

Yo creo que a esta oposición lo que le preocupa con vistas al futuro no es ya crear unos grandes partidos ni unas grandes organizaciones sociales, sino forjar un líder o unos líderes con buena imagen y carisma. Y esto se fabrica esencialmente a través de los medios de comunicación social. Ésta va a ser, pues, la auténtica batalla. Algunos dirigentes del PSOE hablan de un acoso sistemático de determinada prensa y yo debo decir que, desde la periferia llama ciertamente la atención la virulencia con que desde algunos de estos órganos de prensa se ataca al Gobierno y al PSOE. Pero éste no es el problema esencial. La auténtica batalla es y será la del control de la televisión, pues éste es el mecanismo esencial para la formación de una opinión pública y la forja de un líder con buena imagen, por poco que aparezca uno con materia prima suficiente para prestarse a ello. Éste es el nudo central de la actual situación política y la razón profunda de muchas de las tensiones existentes.

Creo que esta batalla política será muy dura. Al carecer de mecanismos permanentes y estables de organización social, de diálogo y de concertación, el Gobierno tendrá que hacer frente a muchas tensiones y a muchos conflictos simultáneos y esto le dejará muchos flancos abiertos por los que la oposición de centro y de derecha intentará atacar a fondo. Es posible que esto lleve al Gobierno y a su partido a encastillarse más y más en una actitud de crispación y de defensa. Creo que esto sería un error, pues un Gobierno que carece hoy por hoy de oposición tiene mucho margen de maniobra para generar consenso social y apoyo popular si evita encerrarse en sí mismo. Pero todo parece indicar que en esto consistirá principalmente la vida política de nuestro país en los próximos años, es decir, en el ataque constante de una oposición fragmentada para hacerse con medios de comunicación suficientemente poderosos para desprestigiar y desbancar al Gobierno y al partido que hoy por hoy aguantan el sistema. Esto es lo preocupante más allá de contiendas verbales como la del mal llamado debate sobre el estado de la nación.

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