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Golpe de sábado noche

Un grupo de atracadores 'toma' un edificio de la Gran Vía, asalta siete locales y se lleva 50 millones en joyas

Durante la noche del sábado, día 21 de febrero, un grupo de personas, que la policía fija entre dos y cuatro, tuvo la osadía de introducirse en un edificio de oficinas, el de Gran Vía, 40, en el que hay seis almacenes de joyería. Utilizando herramientas muy poco sofisticadas, los ladrones reventaron cuatro cajas fuertes y se llevaron gemas preciosas por valor de 50 millones. Sin embargo, los mismos detalles que para los robados son síntomas de que el golpe lo preparó una banda de buenos profesionales sirven a la policía para pensar que no se trata de especialistas de primera fila.

El edificio de Gran Vía, 40, alberga seis almacenes de mayoristas de piedras preciosas, un tipo de negocios que proliferan por toda la Gran Vía y otras calles de la zona Centro, como la calle de la Montera. Leoncio de Frutos, propietario de uno de los tres almacenes de piedras preciosas robados, mostraba el jueves los destrozos originados en su local por los ladrones. Primero desmontaron el plafón del falso techo del pasillo para dejar a la vista los cables de la alarma, que cortaron. Luego abrieron un pequeño agujero en el tabique, a la altura de la cerradura, pero eso no bastó para desbloquear los cuatro pernios y dejar libre el paso, así que los osados y tranquilos ladrones optaron por la solución más tosca de tirar abajo un rectángulo de medio metro cuadrado de tabique -el típico butrón- a ras de suelo, por el que entraron al local. Una vez allí, utilizaron un martillo de buen peso u otro objeto similar y destrozaron la mampara de cristal blindado de casi tres centímetros de grosor que separa la pequeña zona de visitantes del interior de la oficina.Salvado el tercer obstáculo, desplazaron la caja fuerte del despacho de Frutos y la despanzurraron por el costado izquierdo, utilizando para ello una sierra circular, que se puede adquirir en cualquier ferretería. La caja fuerte tenía un grosor de casi 10 centímetros, a base de chapas de acero, capas de hormigón reforzado con barras de hierro y nueva chapa de acero. Tras la violación, la caja presentaba un aspecto lamentable.

De la oficina de Leoncio de Frutos los ladrones se llevaron, según la denuncia presentada en la comisaría de Centro, unos 17 millones de pesetas en gemas preciosas.

El grupo de atracadores visitó las plantas segunda, cuarta, quinta, sexta, octava y novena, de las 10 que tiene el edificio de Gran Vía, 40. No en todas les acompañó la suerte. En la planta segunda llegaron a hacer el butrón para entrar en el almacén de joyería Chaymon, pero, no se sabe por qué razón, no llegaron a robar nada. En la planta sexta, por procedimientos similares al empleado en el caso de Leoncio de Frutos, asaltaron el almacén de joyería de L. Serrano, de donde se llevaron casi cinco millones de pesetas. En la novena desvencijaron las dos cajas fuertes de Lorenzo Martín Arroyo y se llevaron también alrededor de 15 millones de pesetas.

En estos dos últimos casos no emplearon la sierra circular, sino cortafríos y martillos, según se puede apreciar por los daños producidos en las chapas de las cajas fuertes. Todos los afectados por los robos coincidieron en señalar que el grupo de atracadores contaba a su favor con el tiempo y la certeza de que el edificio estaba vacío y no tenía un servicio de vigilantes jurados, "lo que les permitió el lujo de estar varias horas dando martillazos, golpes, derribando tabiques y puertas, con el estrépito que eso supone, sin que nadie se enterara".

En las plantas quinta, sexta y novena cortaron los sistemas de alarma que corren por el techo del pasillo, y ese detalle, unido a la neutralización de los aparatos de alarma situados en el interior de los propios almacenes, ha favorecido la imagen de que los autores de los robos forman una banda peligrosa, decidida y bien informada. "Son unos especialistas en su materia", era la opinión generalizada de los inquilinos del inmueble.

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Pero junto a estos indudables aciertos de los atracadores, unido al hecho de que aún no se sabe el sistema que utilizaron para entrar y salir de la finca, hay que destacar una serie de fallos y de circunstancias que ponen en entredicho su nivel profesional. Los asaltantes cometieron al menos dos errores, o presuntos errores, porque nadie, salvo ellos mismos, saben por qué hicieron determinadas cosas poco comprensibles. Por ejemplo, rompieron la puerta de la sede de Moto Madrid, una empresa de mensajeros situada al lado del almacén de joyería de Lorenzo Martín, donde no era previsible que hubiera nada importante que robar. De hecho, sólo se llevaron un abrigo, un par de bolígrafos y unas 6.000 pesetas. En la planta octava forzaron la puerta de Filmoser, una empresa de comercialización de vídeos, de la que se llevaron sólo el dinero que había en caja, unas 85.000 pesetas. Demasiado trabajo para tan poco resultado, a no ser que se equivocaran, porque da la casualidad de que la puerta adyacente a la de Filmoser pertenece a otro mayorista de piedras preciosas. También en la planta cuarta forzaron la entrada a un despacho de diseñadores, donde era previsible que no encontraran objetos de valor.

Pistas, por ahora, no parece que haya demasiadas. Según los inquilinos, en la segunda planta se encontraron un martillo, un destornillador de grandes dimensiones y una escalera, aunque no está claro si esta última pertenecía al edificio.

Un coladero

Por ahora no se sabe ni siquiera cómo entraron y salieron los asaltantes, y hay teorías, basadas en las propias lucubraciones de los inquilinos del inmueble, para todos los gustos. En lo que todos coinciden es que el edificio es un coladero. Demasiadas personas tienen llave de la puerta de la calle. Una escalera de incendios baja casi desde el tejado hasta la planta baja, por un patio interior, y da acceso a todas las plantas. El sótano del edificio tiene también varios huecos fáciles de forzar, e incluso desde el piso cuarto se puede pasar sin demasiadas dificultades hasta el tejado de un edificio contiguo, según apuntó uno de los mayoristas robados. O incluso pudieron quedarse escondidos en algunos de los ocho lavabos de que dispone el edificio, donde entra y sale gente continuamente y nadie se preocupa demasiado por preguntar el destino de nadie.

Tampoco se sabe cuánto tiempo permanecieron allí. Un inquilino de la cuarta planta que prefirió no ser identificado declaró que la policía conocía el robo desde el domingo por la mañana, cuando un empleado de una de las empresas acudió a realizar un trabajo extra y se encontró el desaguisado. Sin embargo, un mayorista de joyas afirmó, convencido, que los ladrones estuvieron en el edificio hasta el domingo por la noche, y que fue entonces cuando un fotógrafo que tiene su local en la planta segunda vio lo ocurrido y avisó a la policía. En cualquier caso, los inspectores de la Brigada Regional de Policía Judicial sólo tuvieron conocimiento de los robos en la mañana del lunes.

Un detalle "sangrante", a decir de los afectados, "es que el edificio ya sufrió un robo similar, aunque de menor entidad, hace un par de años, sin que la propiedad de la finca pensara en contratar vigilantes privados". "Aunque pagáramos 200.000 pesetas al mes por el servicio", decía el jueves otro de los mayoristas, "eso no supondría más de 3.000 o 4.000 pesetas a cada uno".

El administrador de la finca, que no quiso dar su nombre, declaró a este periódico que si los inquilinos están de acuerdo, el edificio se convertirá en una especie de bunker, protegido por rejas y con un servicio privado de seguridad.

No eran profesionales de altura

Curiosamente, para la policía, el hecho de que forzaran siete locales es precisamente un indicio de que la banda no era de alto nivel. "Una banda con clase", afirmó un portavoz de la policía, "prefiere estudiar muy bien un único robo en el que puedan obtener un botín muy superior. Los de Gran Vía trabajaron mucho, estuvieron muchas horas y se arriesgaron a dejar pistas en muchos sitios diferentes". Pero, al contrario, otros detalles facilitados por las víctímas de los asaltantes si parecen avalar la tesis de que eran, si no grandes profesionales del robo, sí buenos conocedores del sector de joyería. En el almacén de Lorenzo Martín se llevaron un aquilatador (aparato para pesar los quilates de las piedras preciosas que ningún profano reconocería como tal). Del mismo local se llevaron una lupa de precisión, muy cara, y no otras dos lupas, más normalitas, que eran casi indistinguibles de la primera. De un almacén se llevaron circonitas -piedras muy parecidas a los brillantes-, mientras que en otro local las rechazaron y se llevaron sólo piedras valiosas.Estos detalles alimentan las sospechas de los inquilinos de que actuaron al menos dos o tres grupos al mismo tiempo, por lo que habría que hablar de más de cuatro personas. La policía sostiene que no fueron más de cuatro y que "no demostraron una profesionalidad como, por ejemplo, los asaltantes del banco de Santander".

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