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Crítica:TEATRO
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

El desencanto del desencanto

La nueva comedia de Jorge Díaz, Ayer sin ir más lejos, es de la serie Herida del tiempo. Ana y Teo están deshaciendo la casa; se separan. Y hacen la crónica de su matrimonio, que es paralela a la historia de la contemporaneidad española. Conocemos desde la primera escena el fracaso, la ruptura y el desencanto; tendremos, por tanto, que ver las escenas de ilusión, primer amor y grandes esperanzas con la tristeza de quien sabe que los felices están condenados al desastre. El paralelo se trenza sobre algunos momentos culminantes de la crónica general; las clandestinidades, las persecuciones políticas, la muerte de Franco, el 23 de febrero... No se trata de una narración, sino de una repetición de los sucesos, que se representan dentro del contexto. Esto hace más difícil el trabajo de los dos únicos y excelentes intérpretes Mercedes Sampietro y Emilio Gutiérrez Caba, que tienen que acudir a la necesidad de aniñarse, de infantilizarse para las más lejanas rememoraciones, y lo hacen desde su cuarentena.Esto es peligroso siempre en el teatro: aquí lo hacen con discreción, con suavidad -dentro de lo posible-, en lo que se reconoce no sólo su condición de buenos e inteligentes profesionales, sino también la mano de la directora de escena, María Ruiz, tan llena siempre de sentido común y de delicadeza, que ha sabido mantener la escenografía y los figurines de Cytrynowski también dentro de un verismo sencillo y sin divismos.

Ayer, sin ir más lejos

De Jorge Díaz. Intérpretes, Mercedes Sampietro y Emilio Gutiérrez Caba. Escenografía, vestuario e iluminación de Carlos Cytrynowski. Dirección de María Ruiz Estreno, Teatro Bellas Artes, 23 de febrero.

Comedia pulcra

La comedia es pulcra y tópica. La línea que va desde la ilusión del primer encuentro hasta la situación del hijo drogado y desaparecido, el leve punto de esperanza final de que de los restos del naufragio pueda reconstruirse por lo menos una resignación, son consabidos; como lo son los datos, insistentemente fechados, de la leyenda de la izquierda maldita que concibió la gran esperanza y, 14 años después, se ve desmembrada o simplemente utilizada: la doble forma intelectual quizá esté necesitando ya más revisiones, más maneras de pensar en ello, y esta comedia se queda en el lado de allá. Todo lo que pasa se sabe que va a pasar; todo lo que se- dice se está esperando.Ayer sin ir más lejos trata de mostrar una frustración; muestra, sobre todo, la de la propia comedia que no levanta el vuelo y que, a pesar de su brevedad, va haciéndose rápidamente pesada. En lo gracioso, no pasa de desprender una cierta simpatía; en lo dramático, de un patetismo pequeño burgués. El diálogo no cesa de ser limpio; es decir, blanco.

Se puede uno entretener, mientras se desgrana la letanía de lo conocido, con la interpretación, con el careo de los dos actores protagonistas, que pro curan hacer que el concepto de trabajo y esfuerzo no se haga visible, y quede patente la soledad de la pareja rota; o con la forma tranquila y serena de la dirección. Y puede uno aplaudir siempre la buena intención del autor, que es una de las características de sus comedias.

El público del estreno en el teatro Bellas Artes pareció percibir las mismas sensaciones. Una buena predisposición al principio, con sus risas y sus murmullos subrayando algo, que fue enfriándose poco a poco, sobre todo tras el descanso, que siempre cansa; sobre todo en este tipo de obras de situación única y de salida previsible. Los aplausos finales fueron más recios para los dos intérpretes que para el autor. Y el desencanto evocado terminó con el desencanto de la obra en sí.

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