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Reagan se queda solo ante el 'Irangate'

Francisco G. Basterra

El hombre más influyente de Washington después del presidente, su jefe de gabinete, Donald Regan, está a punto de abandonar el cargo vencido finalmente por el escándalo del Irangate y dejando a Ronald Reagan sin su principal protector y confidente, solo ante una crisis que se acerca peligrosamente al jefe del Estado. Regan, que ha actuado prácticamente como un primer ministro, acumulando inmensos poderes, presentará oficialmente su dimisión al presidente en los próximos días, y éste se la aceptará, muy a su pesar, pero convencido finalmente por las presiones de su esposa, Nancy, de sus viejos amigos y de los más influyentes dirigentes republicanos.

"Su futuro depende de él", ha dicho el presidente, ofreciendo a Regan la salida de la dimisión, que evitará a Reagan el trauma de tener que destituirle. La situa ción de Donald Regan es insostenible, y la puntilla para su carrera política será ofrecida el jueves por la publicación del informe de la comisión Tower, que establecerá, al parecer, un intento de encubrimiento de la operación irán a cargo del jefe del gabinete de la Casa Blanca y de otros miembros de la presidencia. En Washington, sepultado por una nevada que paralizó ayer el Gobierno federal, se vive un ambiente de drama político desconocido desde el Watergate, a la espera de las 600 páginas del informe Tower, que se preven muy críticas para la Casa Blanca y para la manera distante y despreocupada de gobernar de Ronald Reagan.Ya se comienza a hablar de obstrucción a la justicia y de encubrimiento en los más altos niveles de la Casa Blanca, precisamente lo que acabó con la presidencia de Richard Nixon. El presidente volvió a afirmar ayer que él no ha dirigido un encubrimiento del escándalo. Nuevos detalles sugieren que Oliver North, ex asesor del Consejo de Seguridad Nacional (NSC), empleó el dinero desviado de la venta de armas a Irán en la campaña política para las elecciones legislativas del pasado noviembre, en apoyo de las dos obsesiones presidenciales: la contra y la guerra de las galaxias.

También es claro que el, teniente coronel North -un "héroe nacional", según el presidente- no actuaba solo e informaba a sus superiores de todas las audacias que se permitió desde el NSC. La última fue prometer que la justicia norteamericana sería indulgente con un general hondureño, José Bueso Rosa que intentó asesinar al anterior presidente de Honduras, Rober to Suazo Córdova, y que está de tenido en EE UU.

La electrónica acusa

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Nuevas revelaciones obtenidas gracias a la memoria electrónica del ordenador de la Casa Blanca y declaraciones comprometedoras del ex consejero de Seguridad Nacional Robert McFarlane han situado a Regan, llegado a la política desde la presidencia de una firma de bolsa de Wall Street, como el principal villano de este enredo. En su afán de proteger a su amigo el presidente, al que nunca decía que no y ha aislado de cualquier opinión que no fuera la suya, Regan ayudó a preparar una cronología completa y manipulada de la operación iraní. También el informe Tower acásará al jefe del gabinete presidencial de no haber sido sincero en sus declaraciones sobre la participación del presidente en el Irangate.

Regan sostiene que Reagan no aprobó previamente el primer envío de armas norteamericanas -a Jomeini, a través de Israel, en septiembre de 1985. Pero, al parecer, según testimonio de McFarlane, Reagan autorizó verbalmente ese suministro en el, mes de agosto. Si esto es así, es muy importante, porque el presidente podría haber violado varias leyes con su autorización secreta.

El presidente Reagan no consigue acordarse de lo que hizo en un tema tan importante y ha ofrecido dos versiones contradictorias a la comisión Tower. Primero, explicó que sí había aprobado previamente el envío. Pero posteriormente, aleccionado por Donald Regan, se desdijo y aseguró que sólo dio autorización con posterioridad.

La estrategia de la Casa Blanca tras la combustión de Regan es contener el daño a su nivel, aceptar que el presidente no controlaba lo que ocurría ante sus propias narices, asumiendo su incompetencia, y sustituir a Regan -se habla del secretario del Tesoro, James Baker o de Drew Lewis, ex ministro de Transportes-, intentando abrir una nueva etapa. Pero no va a ser nada fácil. La investigación sólo está comenzando y los comités especiales del Congreso y el fiscal especial están dispuestos a penetrar en este pozo que parece no tener fondo.

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