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El subterráneo entre Montera y Hortaleza, uno de los puntos más peligrosos de la ciudad

Traficantes, prostitutas, proxenetas y mendigos habitan la zona

Amelia Castilla

El paso subterráneo que une las calles de Montera y Hortaleza y los aledaños están conceptuados policialmente como uno de los puntos más peligrosos de la ciudad. Indigentes durmiendo en el suelo, camellos que esconden la papelina en el paladar al paso del coche policial, prostitutas en las esquinas y proxenetas que vigilan su negocio son imágenes habituales de esta parte de la Gran Vía, en la que hace unos días se descubrió una presunta operación de trata de blancas y en la que se comete un homicidio al mes.

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Una bolsa de plástico para guardar algunas cosas y algún trapo para tirar en el suelo componen el equipaje de los indigentes que acuden por la noche a refugiarse en el subterráneo de la salida del metro. No mide más de 100 metros cuadrados, pero protege del frío y es un buen lugar para sacar el vino, servido en un envase brik y echarse un trago en solitario.De lo que fueron cinco cabinas de teléfono sólo queda el envoltorio, y una pintada -"el hijo del obrero, a la Universidad"- decora las sucias paredes. Kopito, una prostituta guineana con la cara llena de cicatrices, es una de las clientes habituales del paso de peatones. Despide un fuerte olor a alcohol y se define como "la más puta de España". Está descalza, y lo mismo se pone a bailar que inicia una pelea a gritos con la persona que esté cerca de ella.

Un grupo de compatriotas de Kopito, sentados en el suelo, mira al infinito, y un iraní se cubre hasta las cejas para conciliar el sueño.

Iraníes y guineanos

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Los bares están abarrotados de clientes los viernes por la noche; en las esquinas esperan marroquíes, iraníes y negros -en su mayoría guineanos-

En el mercado ilegal se puede comprar fácilmente jeringuillas, heroína, royrioll y costo. Los camellos ofrecen la mercancía al posible cliente entre susurros. Los gritos de agua, agua avisan de la presencia de la policía.

El traficante que hace un momento vendía caballo esconde rápidamente la mercancía entre algún vehículo, y si no le da tiempo se guarda las papelinas en la boca. Si es registrado, se traga el envoltorio; y si el coche sigue, proseguirá la venta.

Mlkel, un etíope de 21 años, vestido con ropas deportivas y zapatillas, saca la cartera donde guarda los documentos antes de que los policías se lo pidan. "Estoy limpio", dice en perfecto castellano mientras muestra un papel del juzgado en el que figura que ha pagado una fianza de 100.000 pesetas El resto de su documentación la compone también comunicaciones de otros juzgados.

La emisora policial avisa a las patrullas que acaba de cometerse un atraco en unos billares de la calle Mayor.

Dos hombres y una mujer armados con una escopeta de cañones recortados y dos pistolas han limpiado la recaudación del día. La bolera atracada está situada a una manzana de lo que fue la Dirección General de Seguridad, en la Puerta del Sol Los asaltantes han huido con el botín, y las patrullas rastrean la zona en busca de los sospechosos.

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