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Crítica:ÓPERA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Montserrat Caballé, la ópera

La representación de Mefistofele, de Arrigo Bolto, en la función inaugural de nuestro Teatro Lírico Nacional la Zarzuela ha despertado un interés sorprendente, subrayado y hasta abultado por los medios de difusión. Nunca figuró Mefistofele entre los capítulos cimeros de la ópera, ni su autor tiene sitio en la galería de los grandes de la música.Sí fue el libretista del último Verdi una personalidad atractiva y dotada de facultades que, como escribe Pizzetti, no se correspondían siempre con su capacidad técnica. En todo caso, resulta exagerado sobrestimar esta visión musical del Fausto cuando el romanticismo había dado antes al tema respuestas sonoras verdaderamente egregias, como son La condenación, de Berlioz (1846).- Las escenas, de Schumann (1853), y La sinfonía, de Liszt (1857). Ya en el terreno del operismo beleantista, el Fausto, de Gounot (1859), obedece a impulsos menos renovadores que los de Boito, pero son más reales las consecuciones.

Mefistofele

Libro y música de Arrigo Boito.Intérpretes: E. Nesterenko, G. Merighi, M. Caballé, M. Perelstem, J. Ruiz, A. Gulin, D. Cava y R. Muñiz. Escolanía de la Sagrada Familia, coro titular del teatro y Orquesta Sinfónica de Madrid. Directores: César Sánchez y José Perera. Coreografia: G, Gelabert y L. Azzopardi. Escenarios y figurines: T. Businger. Dirección escénica: E. Sagi. Dirección musical: Romano Grandolfi. Teatro de la Zarzuela. Madrid, 4 de febrero.

Al hablar de Mefistofele se alza constantemente el sí y el no, el sí, pero o el no, a pesar de. Uno de los más sapientes y equilibrados comentaristas, el italiano Alberto Mantelli, se refiere a la ausencia de un lenguaje verdaderamente personal y nuevo, aunque elogie la intencionalidad del autor y el valor de pasajes verdaderamente felices. Lo son muchas intervenciones del coro, verdadero protagonista de la obra, aunque en este aspecto me parezcan más interesantes y dignos de estudio los coros de Nerón, el otro ambicioso empeño de Bolto, no estrenado hasta 1924, cuando lo dirigió Toscanini.

Algunas partes corales de Mefistofele, como el excelente prólogo, parecen un anticipo de Mahler, como apunta agudamente Pérez de Arteaga en su nota de programa, lo que podría justificar, en alguna medida, la parte verdadera que pueda haber en la resurrección de esta ópera estrenada en Milán con fracaso en 1868, reelaborada y repuesta con éxito en Bolonia el año 1875.

A Barcelona llega en 1880, y a Madrid, en enero de 1883. Viene Bolto para la presentación en el Real, que dirigió el maestro Goula y protagonizaron la Theodorini, la Borghi, Massini y Nanetti. A partir del estreno, hasta la clausura del Coliseo Real, en 1925, fue representado 176 veces, según el recuento de Subirá.

En conjunto, la solución escénica -que evoca en algo la de los nietos de Wagner para El anillo- se complace en un amaneramiento barroco con excesos evidentes en la tartíta helénica o en la acción mímica y coreográfica dispuesta y bien ensayada por Gelabert y Azzopardi. Excelentísimo el coro de José Perera, y fluida, ajustada y expresiva la orquesta.No en vano Gandolfi es un experto del género, cosa bien sabida.

Con todo, el gran triunfo de la noche se produjo con Montserrat Caballé. Cuando empezó a cantar recibimos la sensación de que aparecía, perfecta y triunfante, la ópera en su espíritu y en su verdad. Unos minutos del aria L'alta notte infondo al mare justificarían, por sí solos, la condición divista y sorprendente de la Caballé. Estuvo asistida por Giorgio Merighi, un Fausto de voz potente, comunicativa y no demasiado bella, y por el noble arte vocal, musical y escénico del bajo soviético Evgeni Nesterenko. El retorno a los escenarios de la soprano Ángeles Gulin, en plenitud de facultades, provocó un verdadero homenaje del público, a pesar de que el papel de Elena sea reducido. Mabel Perelstein confirma, día a día, los valores que le hicieron acreedora a importantes premios. En resumen, asistimos a una representación digna del aplauso tributado muy especialrriente a dos encarnadores de los valores operísticos: la fabulosa Montsierrat Caballé y el gran Evgeni Nesterenko.

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