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Reagan se plantea adelantar el despliegue de la SDI

Francisco G. Basterra

Aumentan las presiones sobre Ronald Reagan para que decida un despliegue parcial y anticipado de algunos elementos de la Inicitiva de Defensa Estratégica (SDI), pero el presidente aún no ha adoptado una decisión, anunció ayer la Casa Blanca. El secretario de Estado, George Shultz, dijo que no cree que se decida este año, pero otras fuentes estiman que Reagan se inclina por acelerar el despliegue. La Administración, abrumada por el escándalo Irangate, se enfrenta a opciones contradictorias: negociar finalmente un acuerdo de control de armamentos con la URSS o hacer lo posible por poner en marcha el sueño de Reagan, la guerra de las galaxias, forzando a decisiones políticas y económicas antes de que acabe su mandato, que comprometerían al siguiente presidente y crearían un impulso político para iniciar, a partir de 1994, un despliegue de la SDI.

La Casa Blanca, por un lado, necesita y desea una cumbre con Mijail Gorbachov que disiparía la sensación de impotencia en política exterior y salvaría históricamente la presidencia de Reagan con un acuerdo de reducción de armas nucleares. El precio a pagar sería algún tipo de acuerdo para limitar la investigación y las pruebas sobre la SDI. Por otro lado, sectores poderosos, encabezados por el Pentágono, están a punto de convencer al presidente de que efectúe una fuga hacia adelante y abandone la fase actual de investigación en el laboratorio de la guerra de las galaxias, que impediría cualquier acuerdo con Moscú en los dos años que le quedan a Reagan en la Casa Blanca y convencerían a Gorbachov de que debe esperar al próximo presidente, probablemente un demócrata.

Convocatoria presidencial

El martes, el presidente convocó a los secretarios de Defensa y de Estado, Caspar Weinberger y George Shultz, respectivamente, y a sus principales asesores, el director designado de la CIA, Robert Gates; el consejero de Seguridad Nacional, Frank Carlucci; el ministro de Justicia, Edwin Meese, y los jefes militares del Pentágono para discutir las opciones sobre la SDI y la interpretación del tratado sobre defensa antimisiles (ABM). Este acuerdo fue firmado con la URSS en 1972 y permite un único sistema de defensa contra los misiles balísticos de acuerdo con las tecnologías existentes en aquella época.El presidente y la mayoría de la Administración se inclinan por una interpretación más amplia, que permitiría probar las nuevas tecnologías exóticas de rayos láser, radar espaciales y otros sistemas necesarios para la guerra de las galaxias.

Shultz sugirió tras la reunión que el presidente puede decidir pronto adoptar una interpretación amplia del ABM. Explicó ante el Senado que quizá haya que decidir ahora la prueba de algunos elementos en el espacio para que un futuro presidente pueda desplegar la SDI dentro de cinco, seis o más años. El líder de la minoría republicana en el Senado, Robert Dole, afirmó, tras entrevistarse con Reagan, que cree que el presidente "apoya el despliegue anticipado y piensa que no es un obstáculo para el control de armamentos".

Es viable

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Weinberger, apoyado por el general James Abrahamson, director del programa SDI, y Richard Perle, uno de los funcionarios civiles más importantes del Pentágono y la personalidad más influyente de Washington en el debate de control de armamentos, afirman que se han logrado avances tecnológicos suficientes para considerar viable un despliegue anticipado, a mediados de los años noventa, de algunos elementos de la SDI. Se trataría de abandonar la fase de laboratorio e iniciar pruebas con misiles interceptores estacionados en tierra y en plataformas espaciales, con radar y sensores espaciales. Para ello, Reagan debería solicitar financiación en su último presupuesto, el del año fiscal 1989. Ya este año ha pedido un 50% más de fondos para la guerra de las galaxias.Pero Shultz y el Departamento de Estado estiman que dar este paso e interpretar ampliamente el ABM, después de haber ofrecido en Reikiavik seguir cumpliéndolo en su forma actual durante 10 años, acabará con cualqueir posibilidad de negociar un acuerdo con la URSS en el resto del periodo presidencial de Reagan. Estos sectores creen que el sistema no es aún viable tecnológicamente, sería desbordado por un ataque masivo, y sus resultados no compensan aún el gigantesco coste económico.

Sólo para un primer despliegue parcial se habla de 100.000 millones de dólares. Provocaría también una batalla con un Congreso dominado en sus dos cámaras por los demócratas y que no está dispuesto a financiar algo que muchos expertos consideran una fantasía de Disneylandia y que plantea serios problemas con los aliados.

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