Un intérprete beethoveniano
Ya está otra vez entre nosotros Daniel Barenboim. Llega como llegaba Arturo Rubinstein y, antes, Eduardo Risler: en su doble condición de mito y de amigo al que se recibe con los brazos abiertos, la sensibilidad expectante y el aplauso pronto. Durante unos días -del 3 al 8-, Barenboim coronará en el Teatro Real el ciclo completo de las sonatas para piano de Beethoven.A la edad del pianista argentino-israelí (45 años), la calidad- interpretativa está siempre garantizada. Un exceso de trabajo (viajes continuos, dirección de orquesta, grabaciones, música de cámara) pueden provocar en un momento dado cierta fatiga y, con ello, cierta falta de concentración. Lo que me pareció advertir en Barenboim, de modo especial en la primera sonata programada, la número 1, de la opus 27, Quasi una fantasía, un poco revoltada, como decía un viejo amigo francés que presumía de dominar el castellano, en los allegros, pero infinitamente poética en el adaggio. Característica, como la Appassionata del período medio beethoveniano, la forma cede a la intuición y el rigor a "la exacta noción de la libre interpretación del tiempo", de la que habla Schindler. Noción que Barenboim posee en grado sumo junto a la más hermosa imaginación sonora.
Daniel Barenhoini
Ciclo Ibermúsica de las sonatas para piano de Beethoven. Intérprete: Daniel Barenboim. Teatro Real. Madrid, 3 de febrero.
Andando el tiempo, el que va de 1801 a 1814, el camino beethoveniano se confirma y enriquece con las últimas sonatas, a partir de la opus 90. La disposición en dos amplios movimientos, indicados en alemán, ha provocado a los comentaristas de esta obra mil ideas sobre el carácter contrastado del con calor y siem pre con sentimiento y expresión y el sin apresurar y siempre cantabiles. Palabra y canción, para unos; prosa y poesía para otros, la verdad es que todo nace de una fundamental sustancia lírica y melancólica cuya clave, me parece reside en esos términos sentimiento y expresion, demasiado sinónimos para algunos, pero que en definitiva nos revelan una concentración hacia dentro frente a una concentración hacia fuera o, si se quiere, intimismo contra extraversión.
En la sonata dedicada al conde Waldstein, denominada durante cierto tiempo en algunos países Aurora gracias al capricho de un editor, aparece el estilo del autor de la Heroica a través de un pianismo largamente elaborado y de una intencionalidad entre patética y apasionada hecha luminosidad en el rondó, de tan maravillosa simplicidad, no por trabajada menos auténtica. Completó la audición la sonata más importante de la opus 10, esto es, la tercera en re mayor, -de cuyo largo nos dice el mismo Beethoven que contiene "todos los matices de luz y de sombra en el cuadro de la melancolía".
Seguir con detalle cuanto hizo Barenboim de este pianismo irrepetible e irrepetido sería tanto como ensayar un análisis de la personalidad del gran pianista músico que ha unido su nombre a la más alta relación histórica de intérpretes beethovenianos.
Babelia
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