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El cambio de clima en Moscú

La expectación que rodeaba la sesión plenaria del Comité Central del PCUS (Partido Comunista de la Unión Soviética) no ha sido artificial, aun cuando los rumores que circulaban al respecto en Moscú se han revelado en gran parte inexactos. Se sabe que esta reunión debería haberse celebrado en el mes de noviembre pasado y que su convocatoria fue postergada en tres ocasiones sin explicación. Un científico soviético, gran admirador de Gorbachov -pero también de Sajarov-, de paso por París, me trazó un cuadro muy inquietante de la situación existente en la cumbre del partido comunista. "Gorbachov", dijo esencialmente, "ya ha destituido a un gran número de ministros y de otros dirigentes regionales, quienes, no obstante, conservan sus puestos en el Comité Central, existiendo, por tanto, el peligro de que lo dejen en minoría con ocasión de la sesión plenaria, como sucediera con Jruschov". Mi interlocutor se desesperaba de antemano porque, según él, el fracaso de la experiencia gorbachoviana sería para la URSS un desastre definitivo, irremediable. Hoy sabemos que tales rumores, muy significativos respecto a la imagen de Gorbachov en su país, carecían de fundamento. Su discurso en la sesión plenaria del Comité Central tuvo un rotundo efecto en la opinión soviética e internacional, pero por una razón muy distinta.Dejando de lado las generalidades sobre la perestroika (reconstrucción) económica y sobre la glasmost (transparencia), el líder del Kremlin ha esbozado, por vez primera, un vasto plan para una democratización de la sociedad, sin la cual, afirmó, "no es posible cambiar el clima moral de nuestro país". Esta democratización debe traducirse, dentro de un tiempo relativamente breve, en un cambio de las reglas imperantes en el seno del PCUS, en los organismos dirigentes del Estado e incluso en las fábricas, porque Ios tiempos de la designación de los cuadros de mando por las jerarquías y del unanimismo han concluido; necesitamos que todos los trabajadores puedan expresarse sobre los asuntos que les conciernen".

El voto secreto de los dirigentes del partido y del Estado no solamente no perjudicará su autoridad, según Gorbachov, sino que los acercará a esa gran masa de gobernados sin la cual aquéllos nada pueden. Esto es igualmente válido -afirma el líder soviético- para los directores de empresa, para los jefes de taller y para todos los que ocupan puestos de mando en el terreno de la producción. Gorbachov se compromete a someter próximamente a debate nacional su proyecto de un nuevo estatuto de la empresa soviética, y, si él mismo responde a las grandes directrices desarrolladas en su discurso del 27 de enero, la URSS habrá dado, finalmente, un importante paso hacia una forma inédita de autogestión.

Es cierto que en la Prensa soviética de estos últimos meses se encontraban por aquí y por allá artículos sugiriendo la utilidad de elecciones en las diversas esferas de poder del país, pero nadie esperaba que el secretario general hiciese suyas, con toda la fuerza de su autoridad, dichas sugerencias más bien alusivas. La mayor de las sorpresas concierne a la vida interna de! partido, por la sencilla razón de que los estatutos del mismo fueron aprobados el pasado año con motivo del 27º congreso, bajo la presidencia del propio Mijail Gorbachov. Consiguientemente, todo lo que acaba de decir el 27 de enero sobre las falencias del estalinismo, del jruschovismo y, sobre todo, del breznevismo, lo sabía ya, seguramente, el año anterior. ¿De dónde viene, pues, esta repentina decisión de ir mucho más lejos y de forzar a la acción de su propio partido?

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Puede suponerse que Mijail Gorbachov, por su experiencia en el poder, se ha dado cuenta del limitado valor que poseen los discursos moralizadores. Desde hace meses no nace más que repetir a los cuadros del PCUS que deben cambiar sus modos de trabajo o dejar lugar a los que sean más innovadores que ellos. Pero los cuadros. como el gato de una célebre fábula de Krylov, escuchan los sermones y continúan comportándose como antes.

Ciertamente, han prestado algo más de atención a estas indicaciones a causa de la glasnost, pero sin distinguirse, sin embargo, por la, originalidad de sus iniciativas. El cambio de los métodos y de! personal en tales circunstancias sólo es posible merced al recurso de los mecanismos electorales, mediante la competencia y la obligación de cuentas a los electores. Para Gorbachov no se trata de revelar de sus funciones a tal o cual superviviente del breznevismo -esto puede hacerlo sin desatar ningún seísmo en el país-, sino de provocar una profunda mutación en las costumbres de los comunistas soviéticos, lo que no es un desafio baladí. En las instituciones del Estado, Gorbachov querría otorgar un mayor espacio a los no comunistas, a las mujeres y a los jóvenes. Se trata de reequilibrar la gestión de la sociedad, en la que hoy día los miembros del PC"US, que apenas representan el 5% de la población, monopolizan todos los cargos.

Gorbachov se ha dado cuenta, por- fin, de que no era normal que, en un país donde las mujeres son mayoría, ninguna de ellas participe en el gobierno ni en los puestos que cuentan. Y lo mismo puede decirse, poco más o menos, respecto de los jóvenes, mantenidos durante largo tiempo, durante sus años más creativos, alejados de las funciones de responsabilidad.

Evidentemente, un discurso no es suficiente para cambiar una sociedad que el mismo Gorbachov ha descrito sin complacencias. Pero los comentaristas occidentales destacan, por lo menos y con razón, que en la Unión Soviética, desde la subida de Stalin al poder, ningún secretario general había dado un discurso comparable al de Gorbachov, el 27 de enero. Suceda lo que suceda en un futuro próximo, conviene constatar este hecho.

En el pasado, los proyectos de reforma en la URSS nunca alcanzaron plenamente su meta porque su realización implicaba cambios políticos que no resultaban aceptables para la clase dirigente. Por el contrario, Gorbachov acepta el riesgo de tales cambios., al menos a juzgar por sus palabras del 27 de enero. Él no obra así porque "es de buen príncipe el buen gobierno", sino bajo una presión social completamente inédita. En la Unión Soviética no hay huelgas ni manifestaciones callejeras, pero los trabajadores soviéticos han encontrado otra forma de defensa. Gracias a la glasmost de este último año puede leerse en cualquier parte de la URSS que la gente se aparta de los valores de la sociedad y practica una especie de huelga de celo, un go slow en el trabajo. Gorbachov se propone reconquistar su confianza dándoles más poder. Ha comprendido, mejor que sus consejeros, que la economía no es un dominio aislado del conjunto de la vida de la sociedad y que no puede ser reactivada si el sector político permanece estancado. De hecho, el propio Gorbachov tan sólo ha llegado a esta conclusión dos años después de alcanzar el poder y luego de haber comprobado que los otros remedios empleados no eran suficientes.

Traducción de Alberto Vieyra.

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